Más allá de la tristeza…

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Dra. Calderón Jorge

Por: Kevia Calderón Jorge, PhD.

Psicóloga Clínica

Como seres humanos que vivimos en un mundo complejo, lleno de retos y vivencias que en ocasiones pueden llegar a superarnos emocionalmente, es normal que experimentemos sentimientos de tristeza, agotamiento físico y emocional, frustración o cualquier otro tipo de malestar.  Todo este sentir es esperado principalmente cuando enfrentamos situaciones que de primera intención parecen muy difíciles de atender o controlar. Algunas dificultades son livianas y pasajeras, otras son más complejas y demandantes. La manera en que atendemos estas situaciones, aunado a las circunstancias que la acompañan, nuestras características personales y los recursos con los que contamos pueden facilitar o no el que podamos afrontar de manera satisfactoria y saludable estos retos. 

Es esperado que al experimentar situaciones difíciles nos encontremos transitando por un espacio de dolor emocional; sin embargo, estos momentos y sus efectos en nosotros usualmente son pasajeros. No obstante, existen instancias en las que experimentamos este malestar de manera prolongada y que se intensifica con el paso del tiempo. Incluso en ocasiones no logramos identificar un suceso particular al cual atribuirle la manera en que nos sentimos. Son esas instancias en las que pudiéramos estar experimentando los síntomas de una condición conocida como Depresión. 

Según la Organización Mundial de la Salud (2023), la Depresión es una de las condiciones de salud mental más frecuente entre la población general.  Se estima que un promedio de 280 millones de personas en el mundo sufre la condición.  La Depresión se caracteriza por un sentimiento de profunda tristeza y desesperanza persistentes que causan un gran sufrimiento y deterioro significativo en el funcionamiento de la persona que la padece.  La Depresión genera pérdida de interés por aquellas actividades que usualmente se disfrutaban.  Se observa disminución de la energía, fatiga, molestias físicas, enlentecimiento de los movimientos corporales y cambios en los patrones del sueño y apetito. También, las personas que la padecen suelen presentar baja autoestima, sentimientos de culpa y soledad, dificultad para experimentar placer, pérdida de interés o satisfacción en las cosas, falta de respuesta a los estímulos habituales placenteros y adormecimiento emocional. Por otra parte, se experimentan cambios en los procesos de pensamiento, tales como: dificultad para sostener la atención y concentración, confusión en las ideas, preocupación continua, indecisión, pérdida de memoria u olvidos frecuentes.  Conductualmente, la Depresión puede llegar a afecta el funcionamiento habitual de las personas en sus relaciones interpersonales (aislamiento y falta de interés de compartir con otros), laborales o académicas (ausentismo y bajo rendimiento) o el cuidado de su persona (higiene y arreglo personal).  

Tristemente, en el peor de los casos se puede llegar a experimentar pensamientos de muerte e intentos suicidas.  La complejidad de esta condición y los estragos que causa en quienes la padecen requiere de ayuda especializada de profesionales de la salud mental. El tratamiento debe ser uno integrado, combinando la psicoterapia y la farmacoterapia.   La actividad física, junto a actividades recreativas y el apoyo de las personas significativas pueden hacer la diferencia en el proceso de recuperación. La Depresión es una condición compleja y muy dolorosa, pero puede ser tratada y reconocer que necesitamos ayuda es el primer paso.

*La autora es pasada Presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR).

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