Un nuevo estudio publicado en JAMA ha revelado una preocupante realidad: los niños en Estados Unidos mueren a tasas más altas que en otros países de altos ingresos, y su salud general se ha deteriorado de forma sostenida en las últimas dos décadas.
La investigación comparó estadísticas de EE. UU. con las de 18 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE18). A través del análisis de registros nacionales, encuestas representativas y datos clínicos de diez sistemas de salud pediátricos, los investigadores evaluaron la mortalidad y la incidencia de enfermedades crónicas en la población infantil entre 2007 y 2023.
Mortalidad infantil: una brecha que no se cierra
Aunque las tasas de mortalidad infantil han disminuido en general tanto en EE. UU. como en los países de la OCDE18, los bebés estadounidenses siguen teniendo un riesgo significativamente mayor de morir. Los datos revelan que tienen 2,2 veces más probabilidades de morir por prematuridad y 2,4 veces más por muerte súbita del lactante en comparación con sus pares internacionales.
La situación empeora al analizar las muertes de jóvenes entre 1 y 19 años. Mientras que las tasas en los países comparables disminuyeron de manera constante, en EE. UU. aumentaron en 2015 y nuevamente en 2020. Entre 2020 y 2022, los jóvenes estadounidenses tenían más del doble de probabilidades de morir que sus homólogos de la OCDE18.
“El mundo en el que crecen los niños en Estados Unidos es simplemente perjudicial para su salud”, advirtió el Dr. Christopher B. Forrest, autor principal del estudio y profesor de pediatría en el Hospital Infantil de Filadelfia.
Aumento de enfermedades crónicas y trastornos mentales
El estudio también mostró un aumento significativo en la prevalencia de enfermedades crónicas. Entre 2011 y 2023, la proporción de niños estadounidenses de 3 a 17 años con al menos una condición crónica pasó del 26% al 31%, según la Encuesta Nacional de Salud Infantil. Datos clínicos adicionales mostraron un incremento aún mayor, del 40% al 46%.
Entre las enfermedades que más crecieron:
- La apnea del sueño, que se triplicó.
- La obesidad, que más que se duplicó.
- El autismo, que también casi se triplicó, posiblemente influido por una mejor detección.
- Los trastornos del desarrollo como la dislexia y el retraso del habla, que se duplicaron.
También se registraron aumentos dramáticos en síntomas físicos como afecciones dermatológicas, dolor no especificado, trastornos menstruales y problemas gastrointestinales, neurológicos y oftálmicos.
La salud mental de los jóvenes también se ha visto gravemente afectada. Los diagnósticos de ansiedad, depresión y trastornos alimentarios prácticamente se triplicaron. Informes parentales mostraron un aumento en la depresión infantil, pasando de 226 a 419 casos por cada 10.000 niños. En secundaria, el porcentaje de estudiantes que reportó sentirse tristes o desesperanzados subió del 26% en 2009 al 40% en 2023. Los sentimientos de soledad entre adolescentes aumentaron del 20% al 31%.
¿Qué está fallando?
Los autores del estudio y un editorial adjunto apuntan a causas estructurales. En EE. UU., alrededor del 5% de los niños no tienen seguro médico, y el 35% de aquellos con seguro público enfrentan barreras de acceso a la atención médica por las bajas tasas de reembolso. También influyen los determinantes sociales de la salud, las políticas públicas, los entornos físicos y el acceso desigual a servicios básicos.
¿Hay salida?
Pese al sombrío panorama, los expertos insisten en que hay margen para la acción. Proponen medidas urgentes como:
- Aumentar la protección frente al uso nocivo de redes sociales
- Invertir en la reducción de la pobreza infantil
- Ampliar la cobertura y calidad del seguro médico
- Fortalecer la atención primaria y especializada
- Aprobar leyes más estrictas de control de armas de fuego
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