Accidente cerebrovascular isquémico: causas, riesgos y por qué es la segunda causa de muerte en el mundo

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En los ACV isquémicos, cada minuto que pasa sin tratamiento se pierden alrededor de 1,9 millones de neuronas, lo que hace que sea una de las emergencias médicas más dependientes del tiempo.

El accidente cerebrovascular (ACV) continúa siendo un desafío de gran magnitud para la salud pública mundial. A pesar de los avances médicos en diagnóstico, prevención y tratamiento, este trastorno se mantiene como la segunda causa de muerte en el mundo y una de las principales responsables de discapacidad a largo plazo.

Un reciente análisis publicado en The Lancet Neurology, basado en los datos del Global Burden of Disease Study (GBD), actualizó las cifras de incidencia, prevalencia, mortalidad y años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) entre 1990 y 2023. El reporte se enfocó principalmente en el ACV isquémico, que representa alrededor del 85 % de todos los casos.

El estudio revela una paradoja: aunque en algunos países se ha logrado reducir la mortalidad ajustada por edad, el número absoluto de casos y muertes ha aumentado en todo el planeta. La explicación radica en dos fenómenos inevitables: el envejecimiento de la población y el crecimiento demográfico.

¿Qué es un ACV isquémico y por qué es tan común?

El ACV ocurre cuando la irrigación sanguínea del cerebro se interrumpe. En el ACV isquémico, la causa es una obstrucción en una arteria cerebral, generalmente por un coágulo sanguíneo o una placa de aterosclerosis. Esta falta de flujo interrumpe el suministro de oxígeno y nutrientes, provocando la muerte de neuronas en cuestión de minutos.

La rapidez de atención es crucial: se calcula que cada minuto sin tratamiento se pierden 1,9 millones de neuronas. Por ello, los programas de atención inmediata, como las unidades de ACV y la disponibilidad de tratamientos trombolíticos o mecánicos (como la trombectomía), han demostrado mejorar significativamente los resultados.

Sin embargo, la prevención sigue siendo la mejor estrategia, ya que la mayoría de los factores de riesgo del ACV son modificables.

Factores de riesgo: el talón de Aquiles

El estudio confirma que más del 90 % de la carga global del ACV se relaciona con factores prevenibles. Los principales son:

  • Hipertensión arterial: el más determinante, pues multiplica el riesgo de ACV al dañar progresivamente los vasos sanguíneos del cerebro.
  • Tabaquismo: fumar no solo afecta al corazón y pulmones, también aumenta el riesgo de trombosis y daño vascular cerebral.
  • Dieta poco saludable: baja en frutas, verduras y fibra, pero alta en sodio y grasas trans.
  • Sedentarismo: la falta de actividad física favorece la obesidad, la diabetes y la hipertensión.
  • Consumo excesivo de alcohol: incrementa la presión arterial y la posibilidad de hemorragias cerebrales.
  • Contaminación ambiental: la exposición a partículas finas del aire (PM2.5) se ha relacionado con mayor incidencia de ACV.

La hipertensión arterial, en particular, se mantiene como el enemigo número uno, con un impacto creciente en países de ingresos bajos y medios donde el acceso al diagnóstico y tratamiento aún es limitado.

Disparidades globales: dos realidades muy diferentes

El análisis del GBD mostró que existen marcadas diferencias regionales.

  • En África subsahariana y el sudeste asiático, las tasas de mortalidad y discapacidad por ACV siguen siendo muy altas. La falta de servicios de salud especializados, el diagnóstico tardío y la escasez de terapias avanzadas explican gran parte de esta desigualdad.
  • En contraste, Europa, Norteamérica y algunos países de América Latina han logrado reducir la mortalidad ajustada por edad gracias a políticas preventivas más sólidas, mejor control de la hipertensión y disponibilidad de tratamientos de reperfusión.

Es importante destacar que una reducción de la mortalidad no siempre significa menos casos. En muchos países desarrollados, el número de pacientes con ACV sigue aumentando debido al envejecimiento poblacional, aunque sobreviven más gracias a la mejor atención médica.

Impacto en calidad de vida: más allá de la mortalidad

El ACV no solo se mide en vidas perdidas, sino también en años de vida ajustados por discapacidad (AVAD). Este indicador combina tanto los años que una persona deja de vivir por muerte prematura como los años vividos con discapacidad.

Las secuelas del ACV pueden ser devastadoras:

  • Parálisis o debilidad en un lado del cuerpo
  • Problemas de lenguaje (afasia)
  • Dificultades cognitivas y de memoria
  • Depresión post-ACV
  • Dependencia para actividades básicas de la vida diaria

Esto convierte al ACV en una de las principales causas de dependencia en adultos mayores y un enorme reto para los sistemas de salud y las familias.

Prevención: la herramienta más poderosa

Los expertos coinciden en que la clave para disminuir la carga del ACV está en reforzar la prevención primaria y secundaria. Algunas estrategias probadas incluyen:

  • Campañas de concientización: reconocer los síntomas de un ACV (debilidad súbita, dificultad para hablar, alteraciones visuales, pérdida de equilibrio) es esencial para buscar atención inmediata.
  • Control estricto de la presión arterial: la detección temprana y el tratamiento farmacológico pueden reducir hasta en un 40 % el riesgo de ACV.
  • Promoción de estilos de vida saludables: dieta balanceada, ejercicio regular, abandono del tabaco y consumo moderado de alcohol.
  • Acceso equitativo a terapias trombolíticas y unidades de ACV: en los países donde estas intervenciones son accesibles, la mortalidad y la discapacidad se reducen significativamente.

Además, se recomienda implementar programas comunitarios adaptados a cada región, pues las causas y barreras varían entre poblaciones.

La batalla contra el ACV se gana en la prevención

El ACV isquémico sigue siendo una de las mayores amenazas para la salud global. Los datos del Global Burden of Disease Study muestran que, a pesar de los progresos médicos, la incidencia y mortalidad absolutas siguen creciendo, especialmente en regiones vulnerables.

El mensaje es claro: la batalla contra el ACV se gana en la prevención. Reducir la hipertensión, el tabaquismo, la mala alimentación y el sedentarismo tendría un impacto inmediato en la reducción de casos. Paralelamente, garantizar un acceso equitativo a diagnósticos y tratamientos avanzados puede salvar millones de vidas y mejorar la calidad de vida de los sobrevivientes.

La implementación de políticas públicas basadas en evidencia, adaptadas a las necesidades locales y centradas en los factores de riesgo modificables, será la clave para enfrentar este problema de salud en las próximas décadas.

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