Durante décadas, los implantes mamarios han sido una opción común en procedimientos estéticos y reconstructivos. Introducidos en la década de 1960, su uso ha crecido sostenidamente, al punto de que estudios recientes estiman una prevalencia del 3 % al 4 % en países como los Países Bajos e Italia. Sin embargo, el impacto de estos dispositivos en la salud cardiovascular femenina ha sido poco explorado hasta ahora. Nuevas investigaciones revelan una relación preocupante: los implantes podrían interferir en la confiabilidad de pruebas diagnósticas cardíacas, afectando directamente la toma de decisiones clínicas.
Un panorama subestimado
La falta de registros históricos y datos de ventas precisos ha dificultado conocer la verdadera magnitud de mujeres con implantes mamarios a nivel mundial. Esta ausencia de información ha limitado la evaluación de riesgos absolutos y ha invisibilizado un fenómeno que, aunque silencioso, está comenzando a tener implicaciones clínicas de gran relevancia.
Al mismo tiempo, la enfermedad arterial coronaria (EAC) sigue siendo la principal causa de muerte en mujeres a nivel global. En ellas, el diagnóstico representa un reto particular: presentan síntomas menos típicos que los hombres, y las pruebas convencionales, como los test de esfuerzo, tienen menor rendimiento.
Los métodos más utilizados para detectar isquemia coronaria –como la tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT), la PET o la ecocardiografía de estrés– dependen de una lectura clara de imágenes. Sin embargo, los implantes mamarios pueden producir artefactos de atenuación que interfieren en la interpretación de estas pruebas, generando falsos positivos que pueden derivar en procedimientos invasivos innecesarios, como cateterismos.
Una reciente investigación basada en la base de datos de la Muestra Nacional de Pacientes Hospitalizados (NIS, por sus siglas en inglés) analizó a más de 1,8 millones de mujeres mayores de 18 años que se sometieron a angiografías coronarias. Entre ellas, las mujeres con implantes mamarios mostraron:
- Una edad promedio significativamente menor al momento del estudio (55 frente a 65 años).
- Mayor probabilidad de presentar resultados anormales en pruebas funcionales cardíacas, incluso tras ajustar por factores de riesgo cardiovasculares (OR: 1,78; IC 95 %: 1,22-2,68; p=0,02).
- Una mayor tasa de angiografías coronarias (OR: 1,3), pero una menor tasa de intervenciones coronarias percutáneas (35,7 % vs. 46,2 %).
Consecuencias clínicas y éticas
El hecho de que una paciente tenga mayor probabilidad de recibir un resultado anómalo —por causas no relacionadas con su fisiología sino con el artefacto generado por un implante— pone en duda la precisión de los exámenes no invasivos en esta población. Esto no solo aumenta el riesgo de procedimientos innecesarios, sino también el impacto emocional y económico asociado a diagnósticos erróneos.
Estos hallazgos resaltan una necesidad urgente: incluir la presencia de implantes mamarios como variable clínica relevante al momento de evaluar el abordaje diagnóstico de mujeres con sospecha de enfermedad coronaria.
Nota original aquí