Durante años, muchos consumidores han visto las bebidas “light”, “sin azúcar” o “dietéticas” como alternativas seguras frente a los refrescos tradicionales cargados de azúcar. Sin embargo, una nueva investigación masiva realizada en el Reino Unido plantea una pregunta inquietante: ¿y si estas bebidas, que prometen ser más saludables, también estuvieran afectando silenciosamente al hígado?
Un equipo de científicos analizó los hábitos de consumo de más de 120.000 adultos y descubrió algo sorprendente: tanto las bebidas azucaradas como las de bajo o nulo contenido calórico se asocian con un mayor riesgo de enfermedad hepática grasa metabólica (conocida por sus siglas en inglés como MASLD, antes llamada enfermedad del hígado graso no alcohólico o NAFLD). Incluso, quienes bebían una sola lata al día de refrescos tradicionales o “diet” mostraban un aumento significativo del riesgo de daño hepático.
Un problema más común de lo que parece
La enfermedad hepática grasa metabólica (MASLD) se produce cuando se acumula grasa en las células del hígado, en personas que no consumen alcohol en exceso. Esta grasa extra puede causar inflamación y, con el tiempo, provocar fibrosis (cicatrización), cirrosis o incluso cáncer de hígado.
A nivel global, afecta ya a más del 30 % de la población adulta, lo que la convierte en la causa crónica más frecuente de enfermedad hepática en el mundo.
Lo más preocupante es que en sus primeras fases no produce síntomas claros. Muchas personas solo descubren que tienen MASLD durante un examen médico rutinario o al realizarse una ecografía abdominal. Cuando el hígado empieza a fallar, pueden aparecer fatiga, dolor abdominal, pérdida del apetito o color amarillento de la piel (ictericia).
El hígado es un órgano vital: interviene en más de 500 funciones, incluyendo la metabolización de grasas, proteínas y azúcares, la eliminación de toxinas y la producción de bilis. Por eso, cualquier alteración en su salud tiene consecuencias directas sobre todo el cuerpo.
El estudio: ni el azúcar ni los endulzantes artificiales son inocentes
La investigación, presentada en UEG Week 2025, siguió a 123.788 personas del UK Biobank, un gran banco de datos biomédicos del Reino Unido. Ninguno de los participantes tenía enfermedad hepática al inicio del estudio.
Durante más de 10 años de seguimiento, los científicos recopilaron información detallada sobre su dieta, su estilo de vida y los tipos de bebidas que consumían.
Los resultados fueron contundentes:
- Quienes bebían más de 250 gramos diarios (aproximadamente una lata) de refrescos con azúcar tuvieron un 50 % más de riesgo de desarrollar MASLD.
- Aquellos que consumían la misma cantidad de bebidas “light” o “sin azúcar” tuvieron un 60 % más de riesgo, una cifra incluso superior.
- Además, los consumidores de bebidas “diet” mostraron una mayor probabilidad de morir por causas hepáticas, algo que no se observó con las bebidas azucaradas.
En total, 1.178 personas desarrollaron MASLD y 108 murieron por enfermedad hepática durante el seguimiento.
¿Por qué las bebidas “diet” podrían dañar el hígado?
El hallazgo más sorprendente del estudio fue que las bebidas sin azúcar también están asociadas al daño hepático.
A simple vista, podría parecer que al no contener azúcar deberían ser más seguras, pero los investigadores encontraron varios posibles mecanismos que explican el fenómeno:
- Alteraciones en la microbiota intestinal.
Los edulcorantes artificiales (como el aspartame, la sucralosa o el acesulfame-K) pueden modificar las bacterias del intestino, afectando la capacidad del cuerpo para procesar grasas y azúcares. Estas alteraciones se han vinculado con inflamación, resistencia a la insulina y acumulación de grasa en el hígado. - Efectos sobre el apetito y la saciedad.
Algunos estudios sugieren que los endulzantes sin calorías pueden confundir al cerebro: el sabor dulce estimula la producción de insulina, pero como no llega azúcar real, se genera un desequilibrio que puede aumentar el apetito o el deseo por alimentos dulces. - Cambios en el metabolismo de la glucosa.
Aunque no aportan calorías directamente, los edulcorantes pueden alterar la forma en que el organismo maneja la glucosa, afectando la sensibilidad a la insulina, lo que aumenta el riesgo de síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y enfermedad hepática grasa.
Por su parte, las bebidas azucaradas elevan rápidamente los niveles de glucosa en sangre, estimulan la producción de insulina y favorecen el almacenamiento de grasa en el hígado, el páncreas y los vasos sanguíneos. A largo plazo, esto puede derivar en resistencia a la insulina, obesidad y daño cardiovascular.
Agua: el aliado más sencillo y eficaz
El estudio mostró que reemplazar los refrescos —ya sean azucarados o “light”— por agua reduce de manera significativa el riesgo de enfermedad hepática:
- Un 12,8 % menos de riesgo al sustituir las bebidas azucaradas.
- Un 15,2 % menos de riesgo al dejar las bebidas “diet”.
Es decir, el simple acto de elegir agua sobre una lata de gaseosa puede marcar una diferencia real en la salud hepática.
El doctor Lihe Liu, autor principal del estudio, lo resume con claridad:
“La opción más segura es limitar tanto las bebidas azucaradas como las artificialmente endulzadas. El agua sigue siendo la mejor elección: hidrata, no sobrecarga el metabolismo y protege el hígado.”
Una mirada al futuro: el papel del intestino y la prevención
El equipo científico planea ahora estudios más largos y detallados para comprender los mecanismos biológicos detrás de estos hallazgos. Su objetivo es confirmar cómo los edulcorantes y el azúcar influyen en la microbiota intestinal, el metabolismo energético y los procesos inflamatorios que dañan el hígado.
Mientras tanto, los especialistas en salud pública subrayan la necesidad de educar a la población sobre el consumo moderado de refrescos y de promover políticas que limiten su comercialización, especialmente entre niños y adolescentes.
La MASLD no discrimina: afecta tanto a personas con sobrepeso como a individuos delgados, especialmente si presentan otros factores de riesgo como diabetes, hipertensión o colesterol alto.
Por eso, los médicos recomiendan una alimentación equilibrada (similar a la dieta mediterránea), actividad física regular y evitar el consumo excesivo de bebidas procesadas.
El hígado no distingue entre “azúcar” y “sin azúcar”
La idea de que las bebidas “light” son una alternativa inocente está siendo desafiada por la ciencia. Aunque contienen menos calorías, su impacto sobre el metabolismo y la salud hepática puede ser igual o incluso mayor que el de las bebidas azucaradas tradicionales.
La lección es clara: no hay sustituto mejor que el agua. Nuestro hígado, ese órgano silencioso que trabaja día y noche para limpiar el cuerpo, agradecerá cada decisión consciente que hagamos para protegerlo.









