¿Qué es la Brucelosis? La zoonosis más antigua conocida por la ciencia

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La brucelosis es que también se conoce como “fiebre de Malta” porque fue ampliamente documentada por primera vez entre soldados británicos en la isla de Malta durante el siglo XIX.

La brucelosis, también conocida como fiebre de Malta o fiebre ondulante, es una enfermedad infecciosa transmitida de animales a humanos (zoonosis) que tiene un lugar especial en la historia de la medicina. No solo sigue siendo un problema de salud en muchos países hoy en día, sino que también es la zoonosis más antigua con evidencia registrada en fósiles humanos. Estudios recientes revelan que esta infección acompañó a nuestros ancestros desde hace más de dos millones de años, marcando así una relación antigua y persistente entre humanos y enfermedades animales.

De los homínidos a los imperios antiguos: los rastros más tempranos

El hallazgo más antiguo de brucelosis proviene de restos fósiles de Australopithecus africanus, un antecesor humano que vivió hace aproximadamente 2,5 millones de años en lo que hoy es Sudáfrica. Investigadores identificaron lesiones en la columna vertebral del esqueleto conocido como StW 431, compatibles con brucelosis, lo que sugiere que esta bacteria ya afectaba a homínidos que ni siquiera conocían la agricultura ni la ganadería.

Con el desarrollo de la domesticación de animales, la exposición a patógenos zoonóticos aumentó considerablemente. Restos humanos de la Edad del Bronce (alrededor del 2000 a.C.) encontrados en Jordania, Palestina y Bahréin muestran signos óseos asociados a esta enfermedad. Además, análisis genéticos en huesos de animales de Anatolia sugieren que Brucella melitensis, la cepa más común en humanos, circulaba en rebaños de cabras y ovejas ya en el 8000 a.C.

La antigüedad clásica y sus primeras descripciones clínicas

Aunque Hipócrates no identificó a la brucelosis por su nombre, en sus escritos del siglo V a.C. describía enfermedades febriles persistentes compatibles con esta infección. Más adelante, en la antigua Roma, médicos como Galeno documentaron casos de fiebre ondulante que podrían haber sido brucelosis. Evidencias arqueológicas más sólidas provienen del año 79 d.C., cuando en la ciudad de Herculano (sepultada por la erupción del Vesubio) se descubrieron restos humanos con espondilitis compatible con esta infección. Lo más sorprendente fue el hallazgo de queso carbonizado con presencia de Brucella, revelando una vía concreta de transmisión: el consumo de productos lácteos contaminados.

Edad Media y época moderna, una etapa de persistencia silenciosa

Durante la Edad Media, se documentaron casos similares en distintas regiones de Europa, aunque sin diagnóstico claro. Un ejemplo es la ciudad de Butrinto, en Albania, donde se hallaron esqueletos de entre los siglos X y XIII con lesiones compatibles y pruebas genéticas positivas para Brucella. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX que la brucelosis se reconoció como entidad clínica específica.

En 1861, el médico militar Jeffery Marston describió una «fiebre gástrica remisa» entre soldados británicos en Malta. Más adelante, en 1887, el bacteriólogo David Bruce identificó el microorganismo causante, y en 1905, Themistocles Zammit demostró que la leche de cabra no pasteurizada era una fuente común de contagio, lo que cambió para siempre la percepción sobre los riesgos del consumo de productos animales sin procesar.

Una enfermedad aún vigente en el siglo XXI

Hoy sabemos que la brucelosis afecta a más de 500,000 personas cada año, especialmente en zonas rurales del Mediterráneo, África, Medio Oriente, América Latina y Asia. En humanos, la enfermedad se manifiesta con fiebre recurrente, dolor articular, fatiga y, en casos crónicos, puede comprometer órganos como el hígado, el corazón o el sistema nervioso central. Su diagnóstico se realiza mediante pruebas serológicas, cultivo bacteriano o técnicas de biología molecular como la PCR.

La brucelosis también representa un excelente ejemplo del enfoque «One Health», que reconoce la interdependencia entre la salud humana, animal y ambiental. La pasteurización de la leche, el control veterinario del ganado y la educación de comunidades rurales son estrategias fundamentales para su prevención.

Lecciones del pasado para la salud del futuro

Comprender el largo recorrido de la brucelosis en la historia de la humanidad nos permite valorar la importancia de las zoonosis en la evolución humana. Esta enfermedad ha estado presente desde antes que fuéramos humanos modernos y aún hoy plantea desafíos significativos, especialmente en regiones con menor acceso a servicios de salud y control sanitario.

La historia de la brucelosis es una advertencia constante sobre la necesidad de monitorear las enfermedades que surgen del contacto con animales, y un recordatorio de que muchos de los patógenos más antiguos siguen tan activos como en el pasado. Estudiar sus orígenes nos ayuda no solo a entender mejor nuestra historia médica, sino también a diseñar mejores estrategias de prevención para el futuro.

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