“Este es un parásito devastador que históricamente ha afectado tanto a humanos como a animales”, explicó el entomólogo médico Brian Foy, de la Universidad Estatal de Colorado, al referirse al primer caso humano confirmado en EE. UU. de infección por Cochliomyia hominivorax, conocido como gusano barrenador del Nuevo Mundo, reportado en un residente de Arkansas y publicado por los CDC y Emerging Infectious Diseases. El hallazgo marca la primera vez en más de 30 años que esta parasitosis se diagnostica en una persona dentro del territorio estadounidense.
El paciente, un hombre adulto, presentó una lesión en la piel en la que se identificaron larvas vivas de la mosca, que se alimenta de tejido humano. Tras recibir tratamiento con ivermectina y la extracción manual de los parásitos, se recuperó satisfactoriamente. Lo inquietante es que no había viajado recientemente a regiones endémicas, lo que abre preguntas sobre la posible reintroducción del insecto en el país. La enfermedad, más común en áreas rurales de América Latina y el Caribe, había sido eliminada de EE. UU. en la década de 1960 gracias a campañas de erradicación con la liberación de moscas estériles. Desde entonces, los únicos casos detectados habían sido importados.
Este episodio adquiere mayor relevancia si se compara con la vigilancia actual en el Caribe y América Latina. En 2016, un brote en la isla de Curazao obligó a intensificar las medidas de control, y la Organización de Sanidad Animal (WOAH) ha advertido que el cambio climático, con el incremento de temperaturas y alteraciones en ecosistemas, podría favorecer la expansión de vectores antes controlados. Según datos de la OPS, países como Jamaica y República Dominicana han implementado programas de monitoreo constante para evitar la propagación hacia áreas libres de la plaga.
La confirmación del caso en Arkansas subraya la necesidad de reforzar la vigilancia entomológica en EE. UU., especialmente en estados del sur donde las condiciones climáticas podrían facilitar la supervivencia del insecto. También recuerda a la comunidad médica la importancia de considerar parasitosis “olvidadas” dentro del diagnóstico diferencial, incluso en contextos no endémicos. Tal como señaló Foy, “un solo caso es una llamada de atención sobre lo que podría estar por venir si bajamos la guardia”.
A nivel económico, la presencia del gusano barrenador también representa un riesgo considerable para la ganadería. De acuerdo con estimaciones del Departamento de Agricultura de los EE. UU., antes de su eliminación, esta plaga causaba pérdidas millonarias anuales al sector pecuario debido a las infestaciones en bovinos, ovinos y caprinos. Un resurgimiento podría comprometer la bioseguridad de la producción animal y generar impactos en la exportación de carne y derivados. Este es un motivo adicional para que las autoridades de salud animal y humana trabajen de manera coordinada en planes de respuesta.
Finalmente, desde la perspectiva de salud pública, este caso resalta la importancia de la educación médica continua y la capacitación de profesionales en zonas no endémicas. Reconocer las lesiones típicas, implementar protocolos de manejo rápido y notificar inmediatamente a las autoridades son pasos clave para contener posibles cadenas de transmisión. En un escenario donde las enfermedades emergentes y reemergentes son cada vez más frecuentes, la preparación y la alerta temprana marcan la diferencia entre un caso aislado y un brote de mayor magnitud.