Un nuevo análisis del Sistema de Notificación de Eventos Adversos del Centro para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición Aplicada (CAERS) reveló un preocupante incremento en los problemas de salud graves asociados con alimentos y suplementos en menores de edad. Según el estudio, los eventos adversos graves aumentaron 15,5 veces desde 2004, con un saldo de 152 muertes y 1388 hospitalizaciones.
Hallazgos principales
La investigación, publicada en The Journal of Pediatrics y liderada por la Dra. Jeannie S. Huang, del Hospital Infantil Rady de San Diego, revisó 8814 casos reportados entre 2004 y 2024 en niños y adolescentes menores de 18 años.
Los eventos más frecuentes incluyeron anafilaxia, contaminación bacteriana, toxicidad y asfixia. Entre los 8109 casos con información sobre sexo, los varones presentaron mayor probabilidad de sufrir eventos adversos graves (51,7 % frente a 48,3 % en mujeres; P < 0,01).
El estudio destacó que los menores que fallecieron eran significativamente más jóvenes que los sobrevivientes, con una edad media de 5 años frente a 7 años (P = .03).
Productos más implicados
Los productos más vinculados con resultados graves fueron:
- Vitaminas, minerales, proteínas y suplementos dietéticos no convencionales (30,1%).
- Alimentos para bebés (10,7%).
- Fórmulas en polvo (10,1%).
Asimismo, se registraron 151 incidentes de asfixia, de los cuales 89 fueron clasificados como graves, relacionados principalmente con suplementos y alimentos infantiles.
Implicaciones en la práctica
Los autores subrayan la necesidad de reforzar el etiquetado y la educación al consumidor, en especial para las familias con niños pequeños, con el fin de prevenir la exposición a alérgenos y otros riesgos. También sugieren que los profesionales de la salud y cuidadores reciban advertencias específicas sobre las categorías de productos más problemáticos.
Los investigadores advirtieron que el CAERS depende de reportes voluntarios, lo que puede implicar subnotificación, sesgos e inconsistencias en la clasificación de la gravedad de los casos. Además, la falta de datos sobre dosis, frecuencia de consumo o condiciones previas limita la posibilidad de estimar riesgos reales en la población infantil.
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