Autor: José Pons Madera, PhD (socio de la APPR) & amp; Liz Negrón Arroyo, MS Contribución de la Asociación de Psicología de Puerto Rico
Muchas personas visitan a su médico por dolores persistentes, sensaciones de malestar o una sensación difusa de “no estar bien”, y salen sin un diagnóstico claro. Una posible explicación,ampliamente estudiada en las últimas décadas, es que estos síntomas pudieran reflejar alteraciones fisiológicas vinculadas a experiencias adversas en la niñez (ACEs, por sus siglas en inglés).
En su estudio seminal, Felitti y colegas (1998) demostraron que las ACEs, incluyendo abuso y negligencia, pérdidas o abandono y disfunción familiar severa, son comunes y tienen efectos acumulativos sobre la salud a largo plazo. Las personas con tres o más ACEs mostraron tasas significativamente más altas de condiciones cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorias, musculoesqueléticas, e incluso mayor riesgo de cáncer.
Investigaciones posteriores confirmaron esta relación: Porcerelli et al. (2017), documentaron que las experiencias adversas tempranas se asocian con mayor incidencia de enfermedades médicas en la vida adulta, y Sachs-Ericsson et al. (2017), demostraron que estos eventos pueden manifestarse como síntomas físicos conscientes y perceptibles, tales como dolor, fatiga, mareos, náuseas o dificultad respiratoria.
Los avances recientes en neurofisiología han permitido identificar los mecanismos específicos que explican cómo el trauma temprano “entra” en el cuerpo. Un sistema clave en esta ecuación es el nervio vago, el nervio craneal X, protagonista de la Teoría Polivagal desarrollada por Stephen Porges. Según Porges (2021, 2023), el nervio vago regula tres sistemas críticos: (1) cardiovascular-respiratorio, ajustando la frecuencia cardiaca y la respiración ante señales de seguridad o amenaza; (2) gastrointestinal, modulando la digestión, la motilidad intestinal y la microbiota; y (3) musculatura facial y laringe, fundamentales para la expresión emocional, la conexión social y la detección de peligro.
Cuando un niño vive adversidad constante, estos circuitos autonómicos se reorganizan para priorizar la defensa. En la adultez, estos patrones podrían expresarse como alteraciones cardiacas, hipertensión, alteraciones del apetito y dispepsia, síndrome del intestino irritable, insomnio, migrañas, hiperventilación episódica y tensión muscular crónica.
La parálisis vagal, una respuesta extrema de inmovilización, puede aparecer cuando los estresores de la adultez evocan estados de amenaza aprendidos en la infancia. Estas reacciones son adaptaciones biológicas automatizadas. Los profesionales de la salud pueden identificar estos patrones y ofrecer intervenciones efectivas, desde psicoterapia informada en trauma hasta estrategias de regulación autonómica y cambios de estilo de vida.
La plasticidad del sistema nervioso permite que con intervenciones adecuadas, muchas de las alteraciones fisiológicas asociadas a las ACEs mejoren significativamente. Comprender la conexión entre trauma temprano y salud física es una prioridad de salud pública, particularmente en comunidades con alta prevalencia de adversidad infantil.
Reconocer esta relación es esencial para diseñar intervenciones preventivas, comunitarias y culturalmente pertinentes.
Referencias
Felitti, V. J., Anda, R. F., Nordenberg, D., Williamson, D. F., Spitz, A. M., Edwards, V., & Marks,
J. S. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the
leading causes of death in adults. American Journal of Preventive Medicine, 14(4), 245–258.
Porcerelli, J. H., et al. (2017). Trauma exposure and medical morbidity. Journal of Aggression,
Maltreatment & Trauma.
Porges, S. W. (2021). Polyvagal theory: A biobehavioral journey to sociality. W. W. Norton.
Porges, S. W. (2023). The science of safety: The polyvagal theory. W. W. Norton.
Sachs-Ericsson, N., Sheffler, J., Stanley, I., Piazza, J., & Preacher, K. (2017). When emotional pain
becomes physical. Journal of Clinical Psychology.









