Los microorganismos, incluso aquellos que pueden ser considerados peligrosos o indeseables, están ganando protagonismo en las conversaciones sobre conservación. Un reciente artículo publicado en Trends in Ecology & Evolution por los biólogos Morten Limborg y Caroline Winther-Have de la Universidad de Copenhague, aboga por incluir a los microbios, como bacterias y virus, en los esfuerzos de conservación. A menudo se los ve como amenazas, sin embargo, muchos de estos microorganismos han evolucionado junto a sus anfitriones y desempeñan un papel esencial en los ecosistemas.
Los microbios y la biodiversidad: un enfoque necesario
A nivel global, casi la mitad de las especies animales viven como parásitos o dentro de otros organismos. Se estima que existen millones de especies bacterianas y virales que interactúan con otros seres vivos.
Pese a esto, su conservación ha sido ignorada en gran medida, ya que se tiende a valorar más a los animales y plantas «carismáticos», como los osos panda o rinocerontes, que a los microbios que no podemos ver a simple vista.
La relevancia de estos microorganismos no radica solo en su presencia. Según Limborg, los animales y plantas no viven aislados; dependen de sus microbiomas. Al ignorar a los microbios, corremos el riesgo de tener una visión incompleta de los ecosistemas y, potencialmente, de perder especies esenciales para la estabilidad de esos hábitats.
¿Por qué conservar los microbios «malos»?
A pesar de que algunos microbios causan enfermedades, no todos son nocivos. Muchos desempeñan funciones clave en la salud de sus anfitriones o ecosistemas. «Vivimos en un mundo microbiano», afirma Limborg. Aunque es cierto que algunos microorganismos son perjudiciales, la mayoría simplemente coexisten con otros seres vivos, e incluso pueden ser beneficiosos. Cambiar la narrativa que los demoniza como amenazas y entenderlos como parte integral del equilibrio natural es un reto clave.
La conservación microbiana no está exenta de obstáculos. Un gran reto es la falta de datos comparables, ya que los estudios sobre microbios son volátiles y pueden diferir significativamente en sus métodos. Sin embargo, Winther-Have sugiere que los primeros pasos podrían incluir la creación de un enfoque estandarizado para generar datos sobre la biodiversidad microbiana y la inclusión de esta información en los estudios actuales de conservación.
Además, Limborg plantea la importancia de estudiar cómo la pérdida de ciertos microbios podría estar afectando la vulnerabilidad de las especies. Si se confirma esta hipótesis, el conocimiento del microbioma podría convertirse en una herramienta poderosa para la conservación.
La ciencia apenas está comenzando a explorar la interdependencia entre los microbios y sus anfitriones. Al integrar esta dimensión en los esfuerzos de conservación, podríamos descubrir nuevas maneras de proteger a las especies en peligro, no solo desde la perspectiva de los organismos más visibles, sino también desde las interacciones invisibles que ocurren a nivel microbiano.
La conservación de microbios no es simplemente una cuestión de proteger organismos invisibles, sino de asegurar el equilibrio de los ecosistemas en su conjunto. Este enfoque integral podría abrir nuevas puertas hacia la preservación de la biodiversidad y aportar soluciones a los problemas actuales.