Desarrollan chicle antiviral eficaz para prevenir la gripe o el herpes y podría cambiarlo todo

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El Dr. Henry Daniell W.D. Miller, es profesor en el Departamento de Ciencias Básicas y Traslacionales de la Escuela de Medicina Dental de la Universidad de Pensilvania. Crédito: Kevin Monko.

En un mundo cada vez más globalizado e interconectado, los virus han demostrado ser uno de los mayores desafíos para la salud pública. Desde pandemias como la del COVID-19 hasta epidemias estacionales como la gripe, estos microorganismos no solo afectan a millones de personas, sino que también provocan enormes pérdidas económicas y colapsos en los sistemas de salud.

Pero entre los virus más comunes y persistentes están la influenza (gripe) y el virus del herpes simple (HSV), responsables de infecciones respiratorias y lesiones orales que afectan a gran parte de la población mundial. A pesar de décadas de esfuerzos, las tasas de vacunación contra la gripe siguen siendo bajas y, hasta el momento, no existe una vacuna para prevenir el herpes simple. Esto ha llevado a los científicos a explorar nuevas formas de combatir estos virus desde su punto de entrada: la boca.

Un equipo de investigadores ha dado un paso revolucionario en esta dirección: un chicle antiviral, elaborado a partir de una planta, que podría reducir drásticamente la capacidad de transmisión de estos virus.

¿Cómo funciona este chicle antiviral?

El chicle en cuestión ha sido desarrollado por investigadores de la Escuela de Medicina Dental de la Universidad de Pensilvania, en colaboración con científicos de Finlandia. Su ingrediente activo es una proteína conocida como FRIL, que actúa como una «trampa antiviral». Esta proteína se extrae de una planta llamada lablab purpureus, una leguminosa que se cultiva en varias partes del mundo.

La clave de esta innovación está en su capacidad para neutralizar los virus directamente en la cavidad oral. A diferencia de las vacunas, que entrenan al sistema inmunológico para defenderse, este chicle actúa localmente, atrapando y desactivando partículas virales antes de que puedan propagarse o infectar otras personas.

Los investigadores probaron esta formulación con dos cepas del virus de la influenza A (H1N1 y H3N2) y dos tipos de virus del herpes simple (HSV-1 y HSV-2), y los resultados fueron sorprendentes: una sola tableta de 2 gramos del chicle, con 40 miligramos de FRIL, redujo la carga viral en más del 95%.

Un enfoque que parte desde la boca

Es importante entender que muchos virus respiratorios y orales, como la gripe, el COVID-19 y el herpes, se transmiten con mayor eficacia a través de la boca que por la nariz. Esto se debe a que la saliva puede contener grandes cantidades de partículas virales activas. Por eso, tiene mucho sentido comenzar a actuar justo en esa zona.

Esta no es la primera vez que este equipo de científicos prueba este enfoque. En estudios anteriores, una versión similar del chicle demostró reducir significativamente la carga viral del SARS-CoV-2 (el virus del COVID-19) en la saliva de pacientes. Ahora, con esta nueva formulación, esperan ampliar su efectividad a otros virus.

Además, el chicle fue preparado bajo estándares clínicos que cumplen con los requisitos de la FDA (la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU.), lo que indica que puede considerarse seguro para su uso en ensayos clínicos en humanos.

¿Y qué pasa con la gripe aviar?

El alcance de esta innovación no se limita a los virus humanos. El equipo de investigación también está explorando cómo este chicle —o, más específicamente, el polvo de la planta lablab— podría usarse para controlar la propagación de la gripe aviar (H5N1), una enfermedad que afecta a millones de aves y que ya ha generado infecciones humanas en América del Norte.

En los últimos tres meses, más de 54 millones de aves han sido afectadas por este brote. Curiosamente, otros estudios ya han mostrado que la proteína FRIL presente en el polvo de esta planta es capaz de neutralizar cepas como H5N1 y H7N9. Por ello, los investigadores están considerando incorporar esta sustancia en la alimentación de las aves para prevenir contagios desde su origen.

¿Qué significa esto para el futuro?

Este chicle antiviral representa un cambio de paradigma en la forma en que abordamos la prevención de enfermedades virales. En lugar de depender exclusivamente de vacunas o medicamentos que actúan una vez el virus ya ha invadido el organismo, este método se enfoca en interrumpir la transmisión en la etapa más temprana posible.

Además, al estar basado en una planta comestible y de fácil producción, podría ser una solución accesible y escalable, especialmente en países con menos recursos o con dificultades para distribuir vacunas.

Como lo resume el Dr. Henry Daniell, uno de los líderes del proyecto: “Controlar la transmisión de virus sigue siendo un gran desafío global. Tener una proteína antiviral de amplio espectro presente en un producto alimenticio natural, capaz de neutralizar virus humanos y de aves, es una innovación muy oportuna.”

Conclusión: ¿Estamos ante el chicle del futuro?

La idea de combatir enfermedades virales con un chicle puede sonar simple, incluso curiosa. Pero detrás de esta propuesta hay ciencia de vanguardia, estudios rigurosos y un objetivo muy claro: reducir la propagación de infecciones comunes y emergentes de una manera efectiva, segura y accesible.

Aunque aún faltan más estudios clínicos para confirmar su efectividad en personas, los resultados preliminares son prometedores. Y en un mundo donde los virus siguen evolucionando y sorprendiendo, tener herramientas novedosas como esta podría marcar la diferencia.

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