Las vesículas extracelulares bacterianas (BEVs) están emergiendo como piezas clave en la comunicación entre el intestino y los órganos reproductivos femeninos. Estos diminutos fragmentos, de entre 20 y 400 nanómetros, son liberados por bacterias y transportan proteínas, lípidos y material genético capaces de influir en el sistema inmune, el metabolismo y la función hormonal.
La evidencia científica actual sugiere que las BEVs podrían explicar parte del vínculo entre el microbioma intestinal y trastornos como el síndrome de ovario poliquístico (SOP) y la endometriosis, dos condiciones que afectan a millones de mujeres en el mundo y que suelen estar acompañadas por inflamación, dolor y alteraciones metabólicas.
Qué son las BEVs y cómo actúan en el cuerpo
Tanto las bacterias Gram negativas como las Gram positivas liberan BEVs. Estas vesículas transportan una variedad de moléculas bioactivas, como proteínas, lípidos y ácidos nucleicos, que pueden cruzar barreras epiteliales e interactuar con células humanas mediante procesos como la endocitosis o la fusión de membranas.
Su función principal es permitir la comunicación célula a célula, no solo entre bacterias, sino también entre bacterias y el organismo huésped. Gracias a esto, las BEVs pueden influir en procesos inflamatorios, en la respuesta inmune y en la resistencia bacteriana, modulando incluso la expresión genética de las células humanas.
Estas vesículas también contienen componentes como lipopolisacáridos (LPS) y proteínas proinflamatorias, que estimulan receptores del sistema inmune (como los TLR) y activan cascadas de señalización que modifican la producción de citoquinas.
El SOP es una condición endocrina y metabólica caracterizada por hiperandrogenismo, resistencia a la insulina e inflamación crónica. Recientemente, varios estudios han revelado que la disbiosis intestinal, es decir, un desequilibrio en las bacterias del intestino, puede contribuir a su desarrollo.
Las BEVs liberadas por bacterias intestinales proinflamatorias activan vías como TLR4–NF-κB, aumentando los niveles de TNF-α e IL-6, citoquinas asociadas a inflamación sistémica y resistencia a la insulina.
Además, se ha comprobado que BEVs derivadas del intestino pueden circular por la sangre y reflejar cambios metabólicos o de permeabilidad intestinal. Su análisis podría permitir diagnósticos no invasivos, basados en la detección de proteínas o fragmentos de ADN bacteriano específicos en suero, sudor o incluso en heces.
Estudios con modelos animales también apoyan esta relación: al trasplantar microbiota intestinal de mujeres con SOP a ratones libres de gérmenes, se reprodujeron síntomas similares a la enfermedad, incluyendo elevación de testosterona y resistencia a la insulina.
BEVs y endometriosis: un vínculo entre inflamación y disbiosis
La endometriosis es una enfermedad inflamatoria dependiente de estrógenos, caracterizada por la presencia de tejido endometrial fuera del útero. Aunque su origen exacto aún no se comprende del todo, se sabe que involucra desequilibrios inmunológicos y microbianos.
Las BEVs pueden participar en este proceso al transportar proteínas, lípidos y ácidos nucleicos bacterianos hacia el sistema reproductivo, donde activan respuestas inmunes que promueven inflamación, angiogénesis (formación de vasos sanguíneos) y remodelación tisular.
Estas vesículas podrían incluso facilitar la evasión inmunológica de las células endometriales fuera de lugar, impidiendo que el cuerpo las elimine. Además, estudios recientes han encontrado alteraciones en el microbioma peritoneal y vaginal de mujeres con endometriosis, junto con cambios en el contenido de las BEVs detectadas en sangre y fluidos vaginales.
La posibilidad de usar estas vesículas como biomarcadores no invasivos abre una puerta a diagnósticos más tempranos y menos dependientes de cirugías, mejorando el pronóstico y la calidad de vida de las pacientes.
Aplicaciones clínicas y terapéuticas de las BEVs
Las BEVs tienen una ventaja única: son nanoestructuras naturales, biocompatibles y estables, capaces de viajar largas distancias dentro del organismo. Por ello, están siendo estudiadas no solo como biomarcadores, sino también como vehículos terapéuticos para administrar fármacos, proteínas o incluso herramientas de edición genética como CRISPR-Cas9.
En el futuro, podrían utilizarse BEVs diseñadas para entregar moléculas antiinflamatorias directamente en los tejidos afectados o para restaurar el equilibrio microbiano mediante vesículas derivadas de probióticos. Esto representa un enfoque prometedor hacia una medicina personalizada basada en la composición microbiana y el estado inmunológico de cada paciente.
Las vesículas extracelulares bacterianas están revolucionando nuestra comprensión del vínculo entre el intestino, el sistema inmune y la salud reproductiva femenina. Su capacidad para actuar como mensajeros moleculares las posiciona como herramientas valiosas para el diagnóstico temprano, el monitoreo de enfermedades y el desarrollo de terapias dirigidas.
Aunque aún quedan desafíos científicos y regulatorios por superar, el estudio de las BEVs ofrece una nueva perspectiva para abordar trastornos complejos como el SOP y la endometriosis, acercándonos a un futuro donde la microbiota y la medicina de precisión caminen de la mano.
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