La doble epidemia de VIH y drogas requiere un enfoque integral para la salud pública

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Hoy, más de 39 millones de personas viven con VIH en el mundo, y más de 35 millones enfrentan trastornos por uso de sustancias.

La relación entre el consumo de drogas y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) sigue siendo uno de los grandes retos de salud pública. Pero algunos países han demostrado que un enfoque sin estigmas y centrado en la prevención puede hacer la diferencia.

El VIH y la adicción son dos epidemias que se alimentan mutuamente, las personas que se inyectan drogas tienen hasta 22 veces más probabilidades de vivir con VIH que quienes no consumen sustancias, según datos de Naciones Unidas. El uso compartido de agujas y jeringas, sumado a factores como la pobreza, la criminalización del consumo y el estigma, aumenta considerablemente el riesgo de infección.

Hoy, más de 39 millones de personas viven con VIH en el mundo, y más de 35 millones enfrentan trastornos por uso de sustancias. Estas cifras muestran que, aunque se han logrado avances en prevención y tratamiento, los abordajes aislados ya no son suficientes. Se requiere una estrategia que integre el tratamiento de las adicciones con la prevención del VIH, y que reconozca la realidad de quienes viven con ambas condiciones.

Avances frente al tema en otros países

Algunos países ya han dado pasos importantes frente a este tema. Portugal, por ejemplo, despenalizó el uso personal de drogas y amplió sus programas de salud pública. Como resultado, las nuevas infecciones por VIH entre personas que se inyectan drogas se redujeron en más de un 98 % entre 2000 y 2021.

En Australia, los programas de intercambio de agujas también han tenido un impacto positivo: se estima que se han evitado más de 25.000 infecciones desde la década de 1980. Este tipo de medidas, que forman parte de los llamados programas de reducción de daños, se enfocan en minimizar los riesgos sin castigar a las personas por su consumo.

Además de estos programas, existen tratamientos médicos como la metadona, la buprenorfina y la naltrexona, que ayudan a reducir la dependencia y prevenir recaídas. Al combinar estas terapias con asesoría psicológica, apoyo comunitario y educación, se logran mejores resultados en el manejo del consumo y se reduce el riesgo de transmisión del VIH.

Un futuro más humano y coordinado

En paralelo, se han desarrollado medicamentos como la PrEP (profilaxis preexposición), una pastilla que reduce significativamente la posibilidad de adquirir VIH, especialmente entre las poblaciones con mayor riesgo. También se investiga su versión inyectable de larga duración, así como nuevas vacunas que podrían cambiar el panorama en los próximos años.

Sin embargo, persisten retos importantes. El estigma hacia las personas que usan drogas, las leyes que penalizan el consumo y la falta de acceso a servicios básicos impiden que muchas personas busquen ayuda. Abordar esta doble carga desde un enfoque de salud pública y derechos humanos es fundamental para lograr avances sostenibles.Varios estudios destacan la importancia de integrar esfuerzos entre gobiernos, hospitales, servicios sociales y organizaciones comunitarias. Garantizar vivienda, salud mental y acceso a empleo también forma parte de la prevención. A medida que la ciencia avanza, la clave está en no dejar de lado a quienes más necesitan apoyo. Combatir el VIH implica, también, entender y tratar la adicción como parte de la solución.

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