Por: Rafael Santini Domínguez, FACS, RPVI
Anoche, durante una de tantas conversaciones con mi madre, médico generalista, me contó que un conocido, al hablar con ella, le dijo: «Yo no estoy para médicos generalistas, sino para especialistas». No tengo claro a qué se refería con este comentario, pero lo que sí demuestra es una profunda falta de conocimiento y respeto hacia el trabajo que realizan los médicos primarios.
En Puerto Rico, los médicos primarios son mucho más que simples médicos: son consejeros, educadores y guías fundamentales en la prevención y manejo de enfermedades crónicas.
En un sistema de salud que enfrenta una grave escasez de especialistas, donde las citas pueden tardar meses en conseguirse, los médicos primarios se convierten en el eje central que mantiene a flote la atención médica. Son ellos quienes hacen malabares para garantizar que sus pacientes reciban el cuidado necesario; coordinan, conectan y orientan a los pacientes en un sistema complejo, mientras desarrollan relaciones duraderas que, con el tiempo, se transforman en vínculos de confianza inquebrantable.
El impacto de los médicos primarios en la salud de la población es innegable. Estudios han demostrado que los pacientes que visitan regularmente a su médico primario no solo reducen los costos a largo plazo en el sistema de salud, sino que también tienen un menor riesgo de morir prematuramente en comparación con aquellos que únicamente acuden a médicos especialistas. En los Estados Unidos se espera una escasez de médicos primarios y Puerto Rico no será la excepción.
Es hora de reconocer y valorar el papel esencial de los médicos primarios, porque ellos no solo sostienen el sistema de salud, sino que también mejoran la calidad y esperanza de vida de los puertorriqueños. Se merecen el mismo respeto y deferencia que los médicos especialistas.