Por la Dra. Rosaly Cartagena, Psicóloga y Nutricionista
La obesidad existente en la población infantil es uno de los desafíos de mayor prioridad en la salud pública mundial debido al impacto significativo que tiene en la calidad de vida, el sistema de salud y la economía. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2022 más de 390 millones de niños y adolescentes entre las edades de 5 a 19 años estaban en sobrepeso, de los cuales 160 millones fueron clasificados obesos. En Puerto Rico, según la encuesta de conductas de riesgo en los jóvenes, (YRBS por sus siglas en inglés), para el año 2019, la prevalencia de obesidad entre estudiantes de escuela superior fue del 14.4%, mientras que el 15.4% presentaban sobrepeso. Estas cifras reflejan la necesidad de implementar estrategias efectivas para mejorar los hábitos alimentarios en la población joven y abordar los factores claves asociados a la salud física y mental.
A su vez, los trastornos de salud mental, como la ansiedad y la depresión, han ido en aumento, especialmente después de la pandemia de COVID-19. En este contexto es crucial que las políticas gubernamentales pongan énfasis en la nutrición en las escuelas como un eje central para garantizar el bienestar físico y emocional de las nuevas generaciones.
Desde mi perspectiva, como psicóloga y nutricionista, considero fundamental replantear las prioridades de las políticas públicas de cara al 2025 colocando un enfoque estratégico en la nutrición de los estudiantes de nuestras escuelas.
La incorporación de la educación nutricional en los currículos escolares debe ser prioritaria. Los niños necesitan entender los beneficios que ofrece una dieta balanceada y los riesgos asociados con el consumo excesivo de alimentos procesados y bebidas azucaradas. Estas acciones no solo aumentan el conocimiento, sino que promueven hábitos alimentarios sostenibles desde temprana edad. Una alianza entre el Colegio de Nutricionistas y Dietistas de Puerto Rico (CNDRP) y los programas de nutrición en las universidades puede ser un motor transformador para fortalecer la educación nutricional en las escuelas.
Además de la educación en nutrición es importante revisar y realizar cambios en los programas de comedores escolares. Aunque los alimentos ofrecidos en los comedores escolares cumplen con regulaciones estrictas, muchos estudiantes no consumen los alimentos ofrecidos, lo que representa un desafío significativo en Puerto Rico.
Entre las posibles causas de esta problemática se encuentran las preferencias alimentarias de los estudiantes, las cuales no siempre están alineadas con el menú ofrecido en la escuela. La poca o nula participación de los estudiantes en la elección de los alimentos y servicios en el comedor escolar, la influencia de hábitos adquiridos fuera de la escuela y problemas en la presentación o preparación de los platos pueden ser factores adicionales que afectan el consumo de los alimentos. Para abordar esta situación, es fundamental implementar soluciones prácticas y colaborativas. Por ejemplo, sugiero involucrar activamente a los estudiantes en la planificación del menú mediante encuestas y comités que reflejen sus gustos y preferencias, incorporando recetas culturalmente relevantes y familiares que sigan cumpliendo con los estándares nutricionales. En adición, resultaría beneficioso incrementar la promoción de alimentos saludables mediante talleres de degustación, huertos escolares y actividades culinarias.
Una forma práctica de fomentar e incentivar el interés en los estudiantes por la alimentación saludable es integrar clases de cocina en el currículo escolar donde se promueva la enseñanza de la preparación de recetas nutritivas y deliciosas. La colaboración con las familias es fundamental por lo que pueden ofrecerse talleres o boletines que fortalezcan en casa los hábitos saludables promovidos en la escuela.
El sobrepeso y la obesidad infantil son producto de un desequilibrio energético. En las escuelas, es esencial fomentar la práctica diaria de la actividad física mediante clases compulsorias de educación física y actividades extracurriculares accesibles. Es importante luchar contra el sedentarismo mediante campañas que fomenten estilos de vida activos.
La alimentación está profundamente ligada a las emociones y reconocer esta conexión es esencial para promover hábitos saludables en la población infantil. Comer no solo satisface una necesidad biológica, sino que también es una experiencia emocional y social que influye en las decisiones alimentarias. Educar en las escuelas sobre cómo identificar y regular las emociones es tan importante como instruir sobre los valores nutricionales de los alimentos. Incorporar enfoques como la atención plena en la alimentación, talleres sobre inteligencia emocional relacionados con el acto de comer y actividades prácticas como la cocina escolar pueden ayudar a los niños a construir una relación positiva y consciente con los alimentos.
Invertir en políticas públicas efectivas para la prevención y manejo de la obesidad infantil es una estrategia económicamente inteligente que reducirá costos médicos futuros. En Puerto Rico, cada niño merece tener acceso a una alimentación que no solo nutra su cuerpo, sino también su mente. De cara a 2025, la implementación de políticas públicas que integren la nutrición y la salud mental debe ser una prioridad. Invertir en estos aspectos es invertir en el futuro de nuestro Puerto Rico promoviendo generaciones más saludables, resilientes y exitosas.
Referencias bibliográficas
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