El Parkinson es, después del Alzheimer, la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente. Según datos de metanálisis del Movement Disorders Journal de 2023, se estima que en América Latina la prevalencia de la EP es de 472 por cada 100 mil personas. El Día Mundial del Parkinson es una oportunidad para reflexionar sobre cómo los avances científicos pueden transformar vidas.
María Cruz Rodríguez Oroz, neuróloga de la Clínica Universidad de Navarra, explicó durante el foro CUN Healthy Forum, un evento centrado en las novedades en el diagnóstico y tratamiento del Parkinson, que esta enfermedad se caracteriza por la muerte de neuronas encargadas de producir dopamina, un neurotransmisor esencial para el correcto funcionamiento del sistema motor. Esta pérdida provoca síntomas como rigidez y temblores, especialmente cuando el control motor se ve afectado.
Un aspecto destacado de la enfermedad es su manifestación asimétrica: los síntomas suelen comenzar en un solo lado del cuerpo. Rodríguez Oroz señaló que esto se debe a que la producción de dopamina disminuye primero en un hemisferio cerebral. Con el tiempo, la pérdida afecta ambos lados, provocando síntomas generalizados. No obstante, algunos pacientes presentan desde el inicio problemas de movilidad bilateral.
Los primeros signos que llevan a consultar suelen ser temblores en una pierna, rigidez en un brazo, alteraciones en la marcha o dificultad para realizar tareas cotidianas como escribir o firmar.
Tratamiento
A partir del diagnóstico, se abre la puerta al tratamiento. En el foro, se destacó la técnica de ultrasonidos focalizados de alta intensidad (HIFU, por sus siglas en inglés), que ha supuesto un cambio radical en la forma de abordar la enfermedad.
“Es una verdadera revolución. Nos hemos acostumbrado a ella y hemos perdido esa capacidad de asombrarnos, pero se trata de actuar dentro del cerebro sin abrir el cráneo”, ha recordado la neuróloga.
Esta tecnología consiste en colocar un casco al paciente, el cual emite cientos de haces de ultrasonido que se concentran en una zona específica del cerebro. Esa energía se convierte en calor, lo que tiene un efecto terapéutico similar a un aporte de dopamina.
Aunque la medicación tradicional ya busca compensar el déficit de dopamina, no siempre logra eliminar por completo el temblor. En cambio, con este nuevo tratamiento, “hacemos que desaparezca”, explicó la experta.
Sin embargo, cabe resaltar: “Esta técnica es segura cuando se actúa sólo en un lado. Las lesiones bilaterales que se han hecho en procedimientos antiguos, cuando se abría el cerebro, han dado muchos efectos secundarios, como desequilibrios o problemas en el lenguaje. Por eso, a día de hoy no se realiza”, explicó la experta.
También añadió que las personas que acuden a consulta ya con muchos síntomas en ambas partes del cuerpo no son candidatas al tratamiento HIFU. Para ellas, ha proseguido, existen otras alternativas, como colocar electrodos que “bloquean esta actividad que está enloquecida y descontrolada”.
Asimismo, la neuróloga enfatizó: “El temblor mejora en una media del 90%. La rigidez, en un 70%; y la torpeza, en un 60%. Hablamos de mejorías muy marcadas. Esta reducción significa mucho en el día a día del paciente”.
¿Cuáles son los efectos secundarios?
La especialista explicó que, al producirse una lesión térmica en una zona específica del cerebro, es normal que se genere un edema (una inflamación localizada). Este edema puede extenderse ligeramente a áreas cercanas responsables del control de la fuerza o la coordinación, lo que podría provocar síntomas como debilidad o descoordinación. Sin embargo, estos efectos suelen ser leves y temporales, desapareciendo a medida que se reduce la inflamación.
Además, la neuróloga mencionó que actualmente se está desarrollando un ensayo clínico cuyo objetivo no solo es confirmar la mejoría de los síntomas con este tratamiento, sino también evaluar si, en pacientes asimétricos menores de 65 años y con menos de cinco años de evolución de la enfermedad, el HIFU podría ralentizar el avance del Parkinson.