Sexless Marriage y cáncer de próstata: cuando la intimidad también enferma

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El acompañamiento psicológico y sexológico a la pareja debería formar parte del tratamiento integral.

El fenómeno conocido como sexless marriage (matrimonios sin relaciones sexuales durante al menos un año) está emergiendo como una consecuencia frecuente y poco discutida del tratamiento del cáncer de próstata, especialmente entre parejas heterosexuales. 

Una revisión de la literatura científica entre 2000 y 2023 revela que, lejos de ser solo un problema físico, la pérdida de la intimidad sexual constituye una crisis conyugal y ética de amplias dimensiones.

El cáncer de próstata, la neoplasia más común entre hombres mayores, suele tratarse con cirugía, radioterapia y terapia hormonal, procedimientos que con frecuencia derivan en disfunción eréctil, incontinencia urinaria y pérdida del deseo sexual. 

Pero lo que más preocupa a los investigadores no es únicamente el impacto físico del tratamiento, sino el emocional y relacional: el paciente pierde parte de su identidad sexual, y su pareja, en general una mujer, asume el rol de cuidadora, con todo el peso emocional que ello implica.

La pareja: entre el cuidado y el abandono

Estudios como los de Guercio y Mehta han revelado que, tras la prostatectomía radical, la satisfacción sexual mejora cuando la pareja acompaña activamente el proceso. Sin embargo, la literatura también denuncia una ausencia significativa de la figura femenina en las investigaciones. 

Como señalan Boehmer y Babayan, muchas mujeres comprenden que la virilidad del hombre ha sido históricamente asociada con la penetración y el rendimiento sexual, un modelo que el cáncer de próstata pone en jaque.

Uno de los estudios más extensos, liderado por Palácios y colaboradores, examinó 253 hombres y 174 compañeras, y halló que la mitad de las mujeres enfrentaban dificultades para redefinir la sexualidad conyugal. 

Aunque el 61% decía no tener problema con aspectos como la incontinencia urinaria, muchas reconocían que los cuidados requeridos, como el cambio de pañales, afectaban la dinámica amorosa.

¿Dónde queda la ética en esta ecuación?

La bioética ofrece una lente esencial para comprender esta problemática. A través de los principios de beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía, se vislumbra la necesidad urgente de integrar a la pareja en las decisiones médicas. No solo el paciente debe ser escuchado: su compañera, muchas veces invisibilizada, también sufre las secuelas del tratamiento.

En este sentido, resulta fundamental que los profesionales de la salud (incluidos médicos, sexólogos y psicólogos) reconozcan que la enfermedad oncológica de próstata no es sólo individual, sino una “enfermedad de la relación”. Desde esta perspectiva, el acompañamiento psicológico y sexológico a la pareja debería formar parte del tratamiento integral.

Alternativas y nuevos modelos de sexualidad

Ante el dilema de someterse a un tratamiento que puede deteriorar la vida sexual, países como los nórdicos han explorado opciones como el watchful waiting (espera vigilante) o la vigilancia activa, que aplazan tratamientos invasivos mientras se monitorea la evolución de la enfermedad. Estas alternativas, si bien no son adecuadas para todos los casos, abren el debate sobre la calidad de vida y la preservación de la sexualidad como dimensión humana vital.

Por otro lado, algunos estudios con hombres que tienen sexo con hombres (HSH) muestran estrategias resilientes ante la disfunción sexual: mayor valoración del afecto, redefinición del placer y distanciamiento del falocentrismo. En este contexto, se propone una mirada más amplia de la sexualidad, menos genitalizada y más emocional y sensorial. 

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