Autora: Lelis L. Nazario, MD
Catedrática, UPR Escuela de Medicina, Departamento de Psiquiatría Directora, Programa de Oportunidades de Recuperación con Tratamiento Integrado (PORTI)
Rosa y Manuel están muy preocupados por su hijo Francisco, de 16 años. Siempre había sido aplicado en sus estudios, alegre y cercano a su grupo de amistades. Pero en los últimos meses empezaron a notar cambios difíciles de explicar: sus notas bajaron, se le complicaba organizarse y cumplir con sus trabajos, y comenzó a pasar más tiempo solo en su habitación. Poco a poco se distanció de sus amigos, dejó de salir y ahora se muestra desconfiado.
Francisco asegura que lo vigilan y que quieren hacerle daño. Escucha voces que nadie más oye, que le dicen que le quieren hacer daño. Estos mensajes lo angustian tanto que busca distraerse escuchando música a todas horas. También ha dejado de comer la comida de la casa porque teme que lo envenenen, y solo acepta productos sellados. Sus padres han notado además que descuida su aseo personal y luce cada vez más desorganizado.
Francisco está atravesando lo que conocemos como un primer episodio de psicosis, donde la persona pierde contacto con la realidad y presenta síntomas como delirios (creencias firmes pero falsas, como pensar que lo persiguen) y alucinaciones (ver, oír o sentir cosas que no existen). También puede haber pensamiento y conducta desorganizada, lo que interfiere con su capacidad de comunicarse y realizar sus actividades diarias. Esta experiencia resulta aterradora tanto para el joven como para su familia, y puede llevar a hospitalizaciones si no se atiende oportunamente.
¿A quién le puede ocurrir?
Cada año en Estados Unidos, alrededor de 100,000 adolescentes y jóvenes adultos experimentan un primer episodio psicótico. Lo más común es que se presente entre los 16 y 30 años, aunque en casos más graves puede iniciar antes. Sus causas son múltiples: factores genéticos, biológicos, complicaciones durante el embarazo, uso de sustancias (como marihuana o alucinógenos), enfermedades médicas o neurológicas, o trastornos como la esquizofrenia.
La importancia de la detección temprana
La evidencia científica confirma que iniciar el tratamiento lo antes posible mejora significativamente el pronóstico y reduce el deterioro funcional. Aun así, en promedio muchas personas pasan más de un año con síntomas antes de recibir atención adecuada. La recuperación se entiende como un proceso en el que la persona aprende a manejar los síntomas, reconstruir una vida significativa y retomar su participación en la comunidad, manteniendo siempre la esperanza, la dignidad y el derecho a decidir.
Tratamiento basado en evidencia
El modelo más recomendado es el cuidado especializado coordinado, donde un equipo de profesionales trabaja en conjunto con el joven y su familia. Esta modalidad de tratamiento incluye:
• Uso de medicamentos cuando son necesarios.
• Terapias psicológicas individuales y grupales.
• Educación y apoyo familiar.
• Intervención en crisis.
• Asistencia para reintegrarse a la escuela o al trabajo.
• Manejo de caso para coordinar servicios complementarios.
En Puerto Rico, el Recinto de Ciencias Médicas ofrece este modelo a través de un equipo interdisciplinario preparado para ayudarte. Puedes comunicarte con PORTI al 787-600-3115 o porti.rcm@upr.edu.
Detectar los síntomas a tiempo y buscar ayuda puede cambiar el rumbo de la vida de un joven como Francisco.