Durante décadas, la medicina ha explicado la hipertensión —una de las principales causas de enfermedad cardiovascular en el mundo— como un problema que se origina en los riñones y los vasos sanguíneos. Sin embargo, una investigación reciente realizada en la Universidad McGill (Canadá) está cambiando esta visión tradicional: una dieta rica en sal no solo afecta al sistema circulatorio, sino que también inflama el cerebro, desencadenando un aumento sostenido de la presión arterial.
La sal, más allá de los riñones y las arterias
Este hallazgo, publicado en la prestigiosa revista Neuron, abre un nuevo horizonte en la comprensión y el tratamiento de la hipertensión, especialmente en aquellos pacientes que no responden bien a los fármacos convencionales.
La hipertensión afecta a cerca de dos tercios de las personas mayores de 60 años y contribuye a más de 10 millones de muertes al año en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El problema es que la enfermedad suele ser silenciosa: muchas personas no presentan síntomas hasta que ocurre un evento grave, como un infarto o un accidente cerebrovascular.
El experimento: lo que la sal provoca en el cerebro
El equipo dirigido por la científica Masha Prager-Khoutorsky utilizó un modelo animal con ratas, ya que estos animales regulan la sal y el agua de manera más parecida a los seres humanos que los ratones. A los animales se les suministró agua con un 2% de sal, lo que imita una dieta humana rica en alimentos procesados como embutidos, comidas rápidas, sopas instantáneas o quesos ultraprocesados.
Los resultados fueron reveladores:
- La sal activó células inmunitarias específicas en una región cerebral encargada de regular la presión arterial.
- Esa activación provocó inflamación cerebral localizada.
- Como consecuencia, se liberó en exceso una hormona llamada vasopresina, que eleva la presión arterial al retener agua y estrechar los vasos sanguíneos.
En pocas palabras: lo que comemos puede provocar una respuesta inflamatoria en el cerebro, que luego actúa como “director de orquesta” para mantener la presión arterial elevada.
¿Por qué este descubrimiento es importante?
La mayoría de los medicamentos contra la hipertensión se dirigen a los riñones (para eliminar sal y agua) o a los vasos sanguíneos (para relajarlos y reducir la presión). Estos tratamientos son efectivos en muchos pacientes, pero alrededor de un 30% no logra controlar la hipertensión pese a la combinación de fármacos.
El nuevo estudio ofrece una posible explicación: quizá en esos casos el problema principal no esté en los riñones ni en las arterias, sino en el cerebro. Si se confirma esta vía en humanos, podríamos desarrollar terapias que actúen directamente sobre la inflamación cerebral o la liberación de vasopresina, abriendo nuevas alternativas para los pacientes resistentes al tratamiento.
Además, este descubrimiento refuerza la importancia de la dieta baja en sal como herramienta preventiva. No se trata solo de evitar la retención de líquidos o proteger al corazón, sino también de prevenir que el cerebro active mecanismos que perpetúan la hipertensión.
La sal en la vida diaria: ¿cuánto es demasiado?
La Organización Mundial de la Salud recomienda que un adulto no consuma más de 5 gramos de sal al día, el equivalente a una cucharadita pequeña. Sin embargo, la mayoría de las poblaciones del mundo duplica o triplica esa cantidad, principalmente debido al consumo de alimentos procesados y de comida rápida.
Entre los alimentos más ricos en sal se encuentran:
- Embutidos y carnes curadas (jamón, salchichas, tocino).
- Sopas y fideos instantáneos.
- Quesos procesados.
- Pan industrial y snacks como papas fritas o galletas saladas.
- Comida rápida (pizzas, hamburguesas, salsas preparadas).
Lo más preocupante es que gran parte de la sal que consumimos no proviene del salero, sino de estos productos preparados. Por eso, una recomendación práctica es leer las etiquetas, elegir alimentos frescos y cocinar en casa siempre que sea posible.
El cerebro como nuevo objetivo terapéutico
Gracias a técnicas avanzadas de imagen cerebral y biología molecular, los investigadores de McGill pudieron observar en tiempo real cómo la inflamación cerebral respondía al exceso de sal. Este tipo de herramientas, relativamente nuevas, permiten explorar regiones del cerebro que antes eran difíciles de estudiar en relación con la hipertensión.
El siguiente paso será investigar si los mismos mecanismos observados en ratas ocurren en humanos y si la inflamación cerebral también juega un papel en otras formas de hipertensión, no solo en las inducidas por la dieta.
De confirmarse, se abriría la posibilidad de diseñar fármacos que bloqueen la activación inmunitaria cerebral o regulen la liberación de vasopresina, ofreciendo una vía terapéutica innovadora para millones de pacientes.
Un cambio en la forma de ver la hipertensión
La investigación de McGill nos invita a replantearnos la hipertensión no como un problema exclusivo de riñones y arterias, sino como un trastorno sistémico en el que el cerebro tiene un papel central.
Este cambio de paradigma podría transformar la manera en que se diagnostica, se previene y se trata la hipertensión en el futuro. Mientras tanto, los pacientes tienen en sus manos una herramienta poderosa: reducir la sal en la dieta.
No es solo una recomendación rutinaria, sino una acción que protege al corazón, los riñones y, como ahora sabemos, también al cerebro.