La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), que abarca principalmente la colitis ulcerosa (CU) y la enfermedad de Crohn (EC), es una condición crónica debilitante que afecta al tubo digestivo y que puede manifestarse con síntomas que van desde diarrea y dolor abdominal hasta fatiga extrema y pérdida de peso.
Sin embargo, más allá del impacto físico, la EII también tiene un fuerte componente psicológico, con muchos pacientes experimentando ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales, incluso durante periodos de remisión.
El acceso al diagnóstico y tratamiento adecuado para la EII no es uniforme, y existen importantes brechas que complican la vida de quienes padecen esta enfermedad. Estas desigualdades están fuertemente influenciadas por los determinantes sociales de la salud, un conjunto de factores que incluyen ingresos, nivel educativo, edad, género y lugar de residencia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos determinantes pueden afectar de manera significativa los resultados de salud de los pacientes, influyendo no solo en la gravedad de la enfermedad, sino también en la calidad de vida y la mortalidad.
Desigualdades en el acceso a la atención médica
Los estudios indican que la atención médica representa solo entre el 10% y el 20% de los factores que determinan los resultados de salud, mientras que el restante 80% a 90% está compuesto por factores no médicos, como los determinantes sociales.
En el caso de la EII, las disparidades socioeconómicas pueden llevar a un diagnóstico tardío, una mala adherencia al tratamiento, mayor número de hospitalizaciones y, en algunos casos, un incremento en la mortalidad.
Por ejemplo, un estudio global reciente sobre CU reveló que los pacientes con bajos ingresos tenían un 49% menos de probabilidades de haber recibido educación sobre su enfermedad y un 48% menos de probabilidades de haber contactado con organizaciones de apoyo.
Asimismo, aquellos con niveles educativos bajos tenían un 57% menos de probabilidades de hablar sobre el impacto de la EII en su vida personal y sexual, lo que refleja una brecha en la comunicación y en el acceso a recursos que podrían mejorar su calidad de vida.
Factores geográficos y raciales en el acceso al tratamiento
El lugar de residencia también es un factor crucial. En zonas rurales, por ejemplo, los pacientes con EII tienen menos acceso a especialistas como gastroenterólogos, lo que se traduce en diagnósticos tardíos y tratamientos menos efectivos.
Además, las diferencias raciales y étnicas también juegan un papel significativo en el acceso a la atención. Estudios han demostrado que los pacientes afroamericanos con EII tienen menos probabilidades de recibir tratamientos con inmunomoduladores e infliximab en comparación con los pacientes blancos, lo que sugiere una clara disparidad en el acceso a terapias avanzadas.
En Chile, aunque no existe un registro nacional completo de EII, los datos disponibles sugieren que los pacientes que dependen del sistema público de salud (FONASA) tienen menos acceso a terapias biológicas avanzadas en comparación con aquellos que tienen seguros privados (ISAPRE). De la misma manera, la concentración de servicios de salud especializados en la Región Metropolitana deja a las regiones periféricas con un acceso significativamente limitado a estos tratamientos.
Hacia una atención equitativa y de calidad
Para abordar estas brechas, es fundamental la implementación de políticas públicas que promuevan la equidad en el acceso a la atención médica de calidad. Esto incluye no solo garantizar que todos los pacientes tengan acceso a tratamientos efectivos, sino también abordar los determinantes sociales de la salud que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables.
Organizaciones como la Agrupación Chilena de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (ACTECCU) están trabajando en la creación de un Registro Nacional de EII (CHILEII), que recopilará información sobre los determinantes sociales y demográficos de los pacientes, lo que permitirá identificar y abordar las brechas en el acceso y tratamiento.
En definitiva, es imperativo que los profesionales de la salud estén capacitados para identificar y abordar los determinantes sociales en el manejo de la EII, trabajando en colaboración con otros profesionales para ofrecer un enfoque integral y multidisciplinario.
Solo así se podrá garantizar una atención equitativa y de calidad, asegurando que todos los pacientes, independientemente de su situación socioeconómica, tengan la oportunidad de vivir una vida lo más plena y saludable posible.