Artritis y manifestaciones extraintestinales en enfermedad inflamatoria intestinal

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La enfermedad inflamatoria intestinal es una afección compleja, y aunque no tiene cura, un tratamiento adecuado y un monitoreo constante pueden ayudar a controlar los síntomas y prevenir complicaciones graves a largo plazo.

Se presenta el caso de un paciente masculino de 40 años que llega a consultoría quejándose de dolor en la rodilla derecha. La rodilla se observa inflamada, rojiza y al tacto, caliente. Al referir mejoría con antiinflamatorios no esteroides (AINEs), como ibuprofeno y diclofenaco, se inicia el diagnóstico con un enfoque reumatológico para su monoartritis. La monoartritis implica dolor en una sola articulación, en este caso la rodilla, lo que es relevante para diferenciarla de la poliartritis, que afecta múltiples articulaciones.

Asimismo, el paciente tenía antecedentes de hipertensión arterial, por lo que se le realiza un manejo con sulfasalazina, un medicamento que se usa para tratar diversos trastornos articulares, incluyendo la artritis asociada a enfermedades inflamatorias intestinales.

Sin embargo, 18 meses después, el paciente comienza a presentar nuevos síntomas: deposiciones frecuentes (6 al día), sangre en las heces (hematoquecia), tenesmo (sensación de no evacuar completamente), dolor abdominal y pérdida de peso (3 kg), siendo estos unos signos de alarma que indican la posible presencia de una enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Tras la sospecha, se realiza una colonoscopia que revela inflamación difusa en el colon izquierdo, con características sugestivas de colitis ulcerativa.

A este punto, los médicos inician un tratamiento con mesalazina en gránulos y enemas, y también se incorpora budesonida en espuma para controlar la inflamación intestinal. Este manejo es crucial, ya que la enfermedad inflamatoria intestinal puede manifestarse de manera diversa y no siempre de forma típica, lo que complica el diagnóstico. Es fundamental destacar que este tipo de enfermedad no sigue un patrón estándar; puede presentar síntomas leves o graves, y algunos pacientes pueden experimentar una evolución más compleja.

El seguimiento a este paciente continúa, y un año después de comenzar el tratamiento, el paciente presenta dolor lumbar nocturno, un signo característico de inflamación. A pesar de que el paciente ya no experimenta síntomas gastrointestinales como sangrado o diarrea, es fundamental no subestimar nuevos síntomas articulares, ya que la enfermedad inflamatoria intestinal a menudo presenta manifestaciones extraintestinales, como dolor lumbar inflamatorio. 

Además, se observa inflamación en el tercer dedo del pie izquierdo, conocido como dactilitis (dedo en salchicha), y en la región esternoclavicular, lo que indica entesitis (inflamación en los puntos de inserción de los tendones).

A través de una resonancia magnética, se confirma la presencia de sacroileítis, inflamación en las articulaciones sacroilíacas, una manifestación extraintestinal clave de la enfermedad. La colonoscopia revela que, aunque el paciente ha mejorado, todavía no se ha logrado una remisión completa, lo que indica la necesidad de ajustar el tratamiento.

Este caso señala la importancia de abordar tanto las manifestaciones intestinales como extraintestinales de la enfermedad inflamatoria intestinal. Hasta un 50% de los pacientes pueden presentar síntomas fuera del intestino, lo que requiere un enfoque integral en el diagnóstico y tratamiento. Las manifestaciones extraintestinales, como la dactilitis, la entesitis y la sacroileitis, pueden ser tan debilitantes como los problemas intestinales y deben ser tratadas adecuadamente para evitar complicaciones a largo plazo.

Es fundamental no subestimar ninguna alteración en el cuerpo del paciente, ya sea a nivel articular, ocular, dérmico o en las uñas. Los médicos deben fomentar que los pacientes documenten cualquier síntoma, tomando fotos de cualquier alteración que puedan observar, para facilitar el diagnóstico temprano y la correcta gestión del tratamiento.

La enfermedad inflamatoria intestinal es una afección compleja, y aunque no tiene cura, un tratamiento adecuado y un monitoreo constante pueden ayudar a controlar los síntomas y prevenir complicaciones graves a largo plazo.

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