El Dr. José A. Castillo-Lugo, director de Trasplante Renal y Nefrólogo en el Methodist Dallas Medical Center, destacó la creciente complejidad en el manejo de pacientes que enfrentan tanto colangiocarcinoma como fallo renal agudo (AKI) asociado a cirrosis hepática, condiciones que requieren un enfoque diagnóstico y terapéutico preciso.
Durante su conferencia en el Liver and Kidney Transplant Symposium del Grupo Hospitalario, el Dr. Castillo-Lugo compartió su experiencia en el tratamiento de estos pacientes, subrayando los desafíos que enfrentan los profesionales de la salud al lidiar con complicaciones como la obstrucción biliar y las alteraciones renales, especialmente en un contexto de cirrosis hepática avanzada.
Uno de los puntos clave mencionados por el Dr. Castillo-Lugo fue el papel de la bilirrubina en el daño renal. En su práctica clínica, el especialista observó que los pacientes con niveles de bilirrubina superiores a 20, como es el caso en algunas formas de cirrosis hepática y obstrucción biliar, están en mayor riesgo de sufrir un daño renal severo.
La toxicidad de la bilirrubina afecta principalmente los túbulos renales, lo que puede conducir a un fallo renal agudo en aquellos con antecedentes de cirrosis hepática. “Este tipo de insuficiencia renal es comúnmente relacionado con el síndrome hepatorrenal (HRS), que implica la disfunción renal como consecuencia de la circulación sanguínea inadecuada hacia los riñones debido a una vasoconstricción generalizada en el contexto de una cirrosis avanzada”, explicó.
El Dr. Castillo-Lugo subrayó la importancia del diagnóstico temprano para prevenir complicaciones adicionales. «Cuando el fallo renal agudo se detecta en sus primeras etapas, es posible implementar estrategias terapéuticas para reducir el riesgo de daño renal irreversible».
Según explicó, uno de los mayores retos en estos pacientes es identificar rápidamente los factores desencadenantes, como infecciones, sangrados gastrointestinales, peritonitis bacteriana espontánea y la presencia de otras comorbilidades que empeoran el pronóstico.
“La evaluación oportuna y un enfoque preventivo adecuado, que implique la eliminación de toxinas como la bilirrubina mediante técnicas de plasmaféresis o la aplicación de terapias como el sistema MARS (Molecular Adsorbent Recirculating System), han mostrado ser fundamentales para mejorar los resultados en estos caso”, dijo.
El Dr. Castillo-Lugo detalló varios enfoques terapéuticos que han mejorado la supervivencia en pacientes con colangiocarcinoma y cirrosis hepática asociada a fallo renal agudo. “Uno de estos tratamientos es la plasmaféresis, una técnica que permite eliminar la bilirrubina tóxica acumulada en el cuerpo, aliviando así la carga sobre los riñones”.
Además, mencionó la importancia del tratamiento con el sistema MARS, una tecnología avanzada que se utiliza en centros de salud especializados para mejorar la encefalopatía hepática y ayudar en la eliminación de toxinas en pacientes con disfunción hepática avanzada.
En cuanto al manejo de la cirrosis y sus complicaciones renales, el Dr. Castillo-Lugo destacó el uso de vasoconstrictores como la norepinefrina y la terlipresina. “Estos medicamentos ayudan a contrarrestar la vasodilatación excesiva que puede ocurrir en el contexto de la cirrosis y contribuyen a restaurar el flujo sanguíneo adecuado a los riñones”, dijo.
No obstante, advirtió que su administración debe ser cuidadosamente monitorizada, ya que pueden producir efectos secundarios como sobrecarga de volumen y complicaciones pulmonares. Por ello, el uso de albúmina junto con estos fármacos es clave para mantener el equilibrio hídrico y minimizar los riesgos asociados.
El protocolo recomendado por el Dr. Castillo-Lugo enfatiza la importancia de un enfoque multidisciplinario, donde hepatólogos, nefrólogos y cirujanos colaboran estrechamente para optimizar el tratamiento de los pacientes.
“En los casos más complejos, el trasplante hepático y renal combinado puede ser una opción viable, aunque no está exento de riesgos. En estos escenarios, es crucial gestionar de manera adecuada la hipovolemia, las infecciones y el uso de diuréticos, ya que pueden complicar aún más la situación clínica de los pacientes”, argumentó.
El especialista también hizo hincapié en la necesidad de un manejo más agresivo y preventivo del síndrome hepatorrenal. Si bien existen terapias farmacológicas y protocolos de soporte, la mortalidad en estos pacientes sigue siendo alta. “La detección precoz y la intervención rápida son fundamentales para evitar que los pacientes lleguen a un estado de insuficiencia renal irreversible, lo que podría requerir un trasplante renal urgente”.
El Dr. Castillo-Lugo concluyó su intervención con un fuerte llamado a la acción para la comunidad médica en general: la prevención y el diagnóstico temprano deben ser los pilares fundamentales en el manejo de estos pacientes.
Recordó que los avances en la tecnología y los tratamientos pueden mejorar significativamente los resultados, pero el éxito depende en gran medida de la detección oportuna y el tratamiento adecuado de las comorbilidades asociadas con la cirrosis y el fallo renal.
A medida que la investigación continúa avanzando en estas áreas, el Dr. Castillo-Lugo expresó su esperanza de que las terapias emergentes y los protocolos de tratamiento continúan salvando vidas y mejorando la calidad de vida de los pacientes con estas condiciones complejas.