En el marco de la Convención Anual del American College of Cardiology, celebrada en la capital puertorriqueña, conversamos con el Dr. William Borges, presidente de la Facultad Médica del Centro Cardiovascular de Puerto Rico y el Caribe, sobre los últimos avances en el tratamiento de la cardiomiopatía hipertrófica, una condición cardíaca de origen genético que puede provocar desde arritmias hasta muerte súbita.
“El tratamiento depende del tipo de síntomas que presente el paciente”, explicó el Dr. Borges. En muchos casos, la condición se detecta incidentalmente, sin que el paciente experimente síntomas. En estos casos, se opta por la observación periódica y la educación sobre posibles signos de alerta.
La primera etapa del tratamiento, según el Dr. Borges, es farmacológica. “El medicamento básico que se utiliza es un beta bloqueador, que ayuda a reducir la contractilidad del corazón y a mejorar su función sin causar vasodilatación, es decir, sin bajar la presión arterial”, puntualizó. Esta estrategia permite controlar síntomas como el cansancio excesivo, la falta de aire y el dolor de pecho durante el esfuerzo.
En pacientes con mayor riesgo de muerte súbita, se considera el implante de un desfibrilador. Este dispositivo monitorea constantemente el ritmo cardíaco y administra una descarga eléctrica en caso de detectar una arritmia ventricular potencialmente letal. Los criterios para recomendar este dispositivo incluyen historial familiar de muerte súbita, antecedentes personales de arritmias, y hallazgos específicos en estudios de imágenes como ecocardiogramas y resonancias magnéticas.
“Si vemos, por ejemplo, que el grosor de las paredes del corazón supera los 30 milímetros, o si hay presencia de fibrosis en más del 15% del músculo cardíaco, eso ya representa un riesgo elevado”, explicó el Dr. Borges.
Un avance importante en la farmacología es la llegada de un nuevo medicamento llamado mavacamten, un inhibidor de miocina que ha demostrado mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes. “Tenemos pacientes que no podían subir un par de pisos, y hoy pueden caminar normalmente hasta la oficina”, compartió el cardiólogo.
Más allá del tratamiento físico, el enfoque terapéutico incluye también el acompañamiento emocional del paciente. “Estamos hablando de personas jóvenes, productivas, que de repente reciben un diagnóstico que puede cambiarles la vida. Por eso, el manejo debe ser interdisciplinario”, subrayó el Dr. Borges, quien destacó la importancia del apoyo psicológico y educativo para que el paciente entienda su condición, conozca sus limitaciones y participe activamente en su tratamiento.
Desde el Centro Cardiovascular de Puerto Rico y el Caribe, la misión es clara: educar, tratar y acompañar con humanidad. “Gracias a los avances en diagnóstico, tratamiento farmacológico y tecnologías como el desfibrilador, hoy día podemos ofrecer una mejor sobrevida y calidad de vida a estos pacientes”, concluyó el Dr. Borges.