Radioterapia de baja dosis, un tratamiento que resurge para la osteoartritis

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Una alternativa innovadora que devuelve calidad de vida a pacientes con dolor articular.

La radioterapia de baja dosis, utilizada durante gran parte del siglo XX para tratar la osteoartritis, está volviendo a ganar terreno en Estados Unidos gracias a la evidencia de su efectividad y al bajo riesgo asociado con su uso en pacientes mayores.

La Dra. Anna Shapiro, profesora de oncología radioterápica en el SUNY Upstate University Hospital, conoció de primera mano el impacto de este tratamiento cuando un médico jubilado le pidió aplicarlo en su mano afectada por artritis. Los resultados fueron sorprendentes: mejor movilidad y menos dolor. Esa experiencia motivó a Shapiro a profundizar en la terapia, incluso viajando a Alemania, donde se mantiene como tratamiento estándar, para formarse en el protocolo.

Un recurso que nunca fue del todo nuevo

Aunque en EE. UU. su uso decayó en los años 70 y 80 por el auge de medicamentos y el temor a riesgos oncológicos, en Europa nunca desapareció. Según el Dr. Austin Kirschner, profesor en Vanderbilt University, la radioterapia para la artritis se aplicaba desde 1898 y sigue vigente, especialmente en Alemania. Hoy, con estudios que demuestran beneficios duraderos y riesgos mínimos, su popularidad vuelve a crecer en clínicas académicas y comunitarias.

La terapia se recomienda en pacientes mayores de 50 años con osteoartritis confirmada por imágenes, que ya agotaron opciones como fármacos antiinflamatorios, fisioterapia, inyecciones de esteroides o cambios en el estilo de vida, pero aún no requieren reemplazo articular. El procedimiento resulta más eficaz en casos leves a moderados, antes de que la articulación llegue a un estado “hueso con hueso”.

Beneficios con baja toxicidad

Estudios retrospectivos y prospectivos en Europa reportan mejoras en el dolor y la movilidad en 60 % a 90 % de los pacientes, con alivio que puede extenderse durante meses o incluso años.
Los efectos secundarios son mínimos, limitados ocasionalmente a enrojecimiento leve en la piel. Hasta ahora, no se han documentado casos de cáncer inducido en pacientes mayores de 40 años tratados con esta técnica.

La radioterapia no actúa como los antiinflamatorios tradicionales. Su efecto se centra en modular la respuesta inmune, reducir citocinas proinflamatorias y frenar la llamada “cascada inflamatoria”, lo que permite un alivio sostenido del dolor articular.

El esquema estándar incluye seis sesiones de 0,5 Gy distribuidas en 2 a 3 semanas. Si la respuesta inicial es incompleta, puede repetirse a los tres meses. Las articulaciones más tratadas son manos, pies, hombros, rodillas, caderas y codos, con especial utilidad en articulaciones pequeñas donde la ortopedia ofrece menos alternativas.

Aunque Medicare y aseguradoras privadas cubren la terapia, la American College of Rheumatology aún no la incluye en sus guías oficiales. Algunos especialistas, como la Dra. Bibi Ayesha, advierten que la exposición a radiación, aunque mínima, conlleva un riesgo que debe sopesarse frente a otras opciones.

Con el envejecimiento de la población y la búsqueda de tratamientos menos invasivos, la radioterapia de baja dosis podría convertirse en una alternativa cada vez más considerada por pacientes y médicos. Para Shapiro y otros oncólogos radioterápicos, el reto es equilibrar esta creciente demanda con la atención a pacientes oncológicos y, sobre todo, educar a reumatólogos, ortopedistas y médicos de atención primaria sobre su potencial.

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