El misterio médico de la crucifixión: ¿Cómo murió realmente Jesús? 

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Las explicaciones médicas no anulan su dimensión espiritual, sino que enriquecen la comprensión de lo que fue, sin duda, una de las muertes más influyentes de la historia.

La muerte de Jesús en la cruz ha sido uno de los episodios más analizados desde perspectivas teológicas, históricas y médicas. Mientras los evangelios afirman que su agonía duró alrededor de tres horas, un lapso sorprendentemente breve para el tipo de ejecución brutal que representaba la crucifixión, los estudios modernos sugieren que su muerte podría haber obedecido a una combinación de factores fisiológicos y condiciones preexistentes.

Una muerte demasiado rápida

El hecho de que Jesús haya muerto tras solo tres horas en la cruz sorprendió incluso al procurador romano Poncio Pilatos, quien ordenó verificar su fallecimiento antes de permitir el descenso del cuerpo. En los ajusticiamientos romanos, era habitual que los crucificados sobrevivieran durante horas e incluso días, expuestos al sol, la sed, el dolor y el lento colapso de sus funciones vitales. 

Clavos, muñecas y pies: iconografía versus anatomía

La imagen tradicional de Jesús clavado por las palmas de las manos ha sido puesta en duda por estudios médicos. El doctor Pierre Barbet, en 1931, demostró que esa zona no puede soportar el peso del cuerpo humano. En cambio, el clavo habría atravesado la muñeca por un punto llamado «espacio de Destot», lo cual concuerda con las marcas del Manto Sagrado.

Respecto a los pies, la evidencia arqueológica muestra diversas posibilidades: ambos pies atravesados por un solo clavo al frente del madero, o bien por clavos separados a los lados. Se han hallado hasta cinco clavos atribuidos a la llamada “verdadera cruz”, aunque su autenticidad es debatida.

Hipótesis fisiológicas: ¿cómo murió Jesús?

Durante décadas, se sostuvo que los crucificados morían por asfixia, resultado de la fatiga muscular que impedía a la víctima elevarse para respirar. Sin embargo, este proceso suele tardar muchas horas en causar la muerte, por lo que difícilmente se explique el caso de Jesús.

Una teoría más reciente menciona la falta de retorno venoso como causa de una posible insuficiencia cardíaca. Al estar colgado e inmóvil, la sangre venosa no retorna adecuadamente al corazón, impidiendo su correcto llenado y provocando su colapso. Pero incluso esta hipótesis requiere más tiempo del que duró la agonía de Jesús para causar la muerte.

Otro dato revelador es el episodio del costado traspasado por la lanza, que provocó la salida de “sangre y agua”, según relatan los evangelios. La mayoría de los expertos coinciden en que se trataba del costado derecho, donde el instrumento romano habría atravesado la pleura, provocando la salida de líquido acumulado, posiblemente un derrame pleural. 

Esto ha llevado a algunos médicos a suponer que Jesús podría haber padecido tuberculosis, una enfermedad frecuente en su época, lo que explicaría su debilidad, sus caídas durante el Vía Crucis y la necesidad de ayuda para cargar el madero de poco más de 35 kilos, conocido como el patibulum.

Una ejecución ejemplificadora

La muerte de Jesús no fue solo un suplicio físico: fue una humillación pública. En tiempos del Imperio Romano, los cuerpos crucificados solían quedar expuestos hasta su descomposición, como advertencia a la población. 

El Gólgota «lugar de los cráneos» recibe su nombre precisamente por la acumulación de restos humanos. Sin embargo, debido a la cercanía del Sabbat, José de Arimatea obtuvo permiso para retirar el cuerpo de la cruz, en un momento cargado de simbolismo y dramatismo que ha sido inmortalizado en el arte por siglos.

Las múltiples causas posibles de muerte

Más allá de las teorías individuales, es probable que la muerte de Jesús obedeciera a una combinación letal de factores:

  • Shock hipovolémico por pérdida de sangre tras la flagelación
  • Arritmias cardíacas
  • Asfixia progresiva
  • Insuficiencia cardíaca aguda
  • Taponamiento cardíaco por la acumulación de líquido en la cavidad pericárdica
  • Incluso ruptura del ventrículo

Todo esto bajo un dolor extenuante, que dio origen al término excruciante, literalmente “procedente de la cruz”.

A más de dos mil años, la muerte de Jesús continúa siendo objeto de estudio y contemplación. Las explicaciones médicas no anulan su dimensión espiritual, sino que enriquecen la comprensión de lo que fue, sin duda, una de las muertes más influyentes de la historia. 

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