La esquizofrenia es un trastorno mental grave y crónico que afecta aproximadamente al 1 % de la población mundial, según la OMS. Se caracteriza por alteraciones en el pensamiento, la percepción y el comportamiento, que pueden incluir ideas delirantes, alucinaciones y desorganización cognitiva.
Su inicio suele darse al final de la adolescencia o en la adultez temprana, impactando de manera significativa la vida académica, laboral, social y familiar de los pacientes. En entrevista con PHL, el Dr. William Julio, psiquiatra y subespecialista en geriatría psiquiátrica, explicó los tratamientos que marcaron un antes y un después en el control de los síntomas de la esquizofrenia, destacando el papel clave de las terapias farmacológicas y del acompañamiento familiar.
Durante décadas, el manejo de la esquizofrenia se sustentó en los antipsicóticos típicos o de primera generación, como el haloperidol o la clorpromazina. Estos fármacos actuaban principalmente bloqueando los receptores de dopamina, lo que resultaba eficaz para reducir los síntomas positivos: alucinaciones y delirios.
“Eran muy buenos controlando los síntomas positivos, pero dejaban de lado los síntomas negativos y cognitivos, además de producir efectos secundarios importantes como los extrapiramidales”, explicó el Dr. William Julio. Estos efectos incluían rigidez, temblores y movimientos involuntarios, lo que limitaba la adherencia y la calidad de vida de los pacientes.
En los años noventa surgieron los antipsicóticos atípicos o de segunda generación, estos fármacos incorporaron la modulación de la serotonina, además de la dopamina, reduciendo así los efectos adversos motores y mejorando el abordaje de los síntomas negativos.
“Al añadir la acción sobre los receptores serotoninérgicos, se logró disminuir los problemas de movimiento y obtener mejores resultados en la motivación, el afecto y la funcionalidad del paciente”, señaló el especialista.
El reto de la falta de conciencia de enfermedad
Un desafío persistente es la escasa conciencia de la enfermedad (anosognosia) que presentan muchos pacientes. Esto dificulta la búsqueda y continuidad del tratamiento, por lo que el rol de familiares y cuidadores resulta esencial. “En la medida en que los familiares comprendan la importancia del tratamiento, podrán apoyar al paciente para acceder a los servicios de salud y evitar complicaciones a largo plazo”, afirmó el Dr.
“Muchos pacientes pierden contacto con amigos, tienen dificultades para mantener vínculos familiares y en ocasiones terminan sin apoyo social ni recursos económicos”, señaló el psiquiatra. Además, mencionó que la esquizofrenia suele comenzar en etapas vitales clave para el desarrollo personal y profesional, lo que limita las oportunidades académicas, laborales y de relaciones interpersonales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) resalta que la integración comunitaria, los programas de apoyo psicosocial y la reducción del estigma son pilares fundamentales para mejorar la calidad de vida de quienes viven con esquizofrenia.
El especialista resalta ámbitos positivos en lo que viene a nivel de tratamientos. “Estamos viendo un rayo de esperanza. Con los mecanismos de acción y la combinación de terapia farmacológica, intervenciones psicosociales y apoyo comunitario, podemos aspirar a mejorar el pronóstico funcional, vocacional y social de los pacientes”, concluyó.