Un grupo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Zúrich y el Hospital Universitario de Psiquiatría de Zúrich, ha descubierto que una retina más delgada podría estar asociada con una mayor predisposición genética a desarrollar esquizofrenia. El hallazgo ofrece una nueva vía para detectar signos tempranos del trastorno mediante un examen ocular simple y no invasivo.
“La retina es parte del sistema nervioso central, por lo que los cambios cerebrales también pueden reflejarse en los ojos”, explicó Finn Rabe, autor principal del estudio y posdoctorado en la Universidad de Zúrich. Basándose en datos genéticos y oculares de decenas de miles de personas sanas del Biobanco del Reino Unido, el equipo calculó puntuaciones de riesgo genético para esquizofrenia, encontrando una relación significativa, aunque sutil, entre ese riesgo y el adelgazamiento retiniano.
A diferencia de las imágenes cerebrales, la retina se puede examinar fácilmente con tomografía de coherencia óptica (OCT), una técnica rápida y económica similar a un ultrasonido ocular. Esto abre posibilidades para implementar exámenes preventivos accesibles en la práctica clínica.
“Nuestros resultados muestran el potencial de usar la OCT para identificar riesgos de salud mental”, sostuvo Rabe. Sin embargo, advirtió que se requieren estudios longitudinales más amplios para validar su utilidad diagnóstica.
El estudio también apoya una hipótesis creciente en psiquiatría: que la inflamación cerebral podría desempeñar un papel en la esquizofrenia. Algunas de las variantes genéticas vinculadas al riesgo de esquizofrenia también están asociadas con procesos inflamatorios en el cerebro, lo que podría influir en los cambios observados en la retina. Si estos procesos inflamatorios pueden interrumpirse con tratamientos específicos, se abriría la puerta a nuevas terapias para intervenir antes de que se manifiesten los síntomas clínicos.
Aunque aún quedan preguntas por resolver —como si los cambios en la retina son causa o consecuencia de la enfermedad—, los resultados ofrecen una nueva perspectiva: el ojo no solo es el espejo del alma, también podría ser una clave para entender el cerebro.