El Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa que afecta a millones de personas en el mundo, sigue siendo un reto tanto para el diagnóstico precoz como para el tratamiento. Si bien se ha avanzado en terapias que alivian sus síntomas, la identificación temprana de esta condición es clave para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. En este contexto, un hallazgo inesperado ha despertado el interés de la comunidad médica: el Parkinson puede dejar rastros en la piel, específicamente en el olor corporal.
Una enfermedad compleja, un hallazgo inesperado
Este sorprendente descubrimiento fue posible gracias a Joy Milne, una mujer escocesa con una condición rara llamada hiperosmia —una capacidad sensorial poco común que le permite percibir olores con una intensidad muy superior a la media—. Su caso no solo ha sido una curiosidad médica, sino el punto de partida para un nuevo enfoque en la detección temprana del Parkinson.
Joy Milne: el olfato que desveló una pista del Parkinson
Todo comenzó de forma inesperada. Joy notó que su esposo, Les Milne, comenzó a oler diferente años antes de ser diagnosticado con Parkinson. El cambio no era el típico olor corporal por ejercicio o sudor; ella describió el aroma como «almizclado y desagradable», algo imposible de ignorar para su agudo olfato. Aunque inicialmente nadie la tomó en serio, después del diagnóstico de su esposo, Joy compartió su experiencia con investigadores de la Universidad de Manchester.
Sorprendidos, los científicos decidieron investigar. Diseñaron una prueba sencilla: presentaron camisetas usadas por personas con y sin Parkinson, y Joy fue capaz de distinguir con precisión quién padecía la enfermedad solo por el olor. Su capacidad no era fruto de la casualidad; lo estaba detectando por compuestos químicos presentes en el sebo de la piel —una sustancia grasa producida por las glándulas sebáceas—.
La piel también habla: el sebo como biomarcado
A partir del caso de Joy, los investigadores realizaron estudios más amplios para identificar los compuestos responsables del olor. Descubrieron que el sebo de las personas con Parkinson tiene una composición química alterada, incluso en etapas muy tempranas de la enfermedad. En particular, se identificaron varios compuestos orgánicos volátiles que podían funcionar como biomarcadores olfativos del Parkinson.
Esto significa que el cuerpo comienza a mostrar señales incluso antes de que aparezcan los síntomas motores típicos, como los temblores. La piel, un órgano accesible y fácil de examinar, podría convertirse en una nueva ventana para detectar el Parkinson antes de que cause daños más evidentes.
Este avance ha impulsado el desarrollo de pruebas no invasivas, como parches o hisopos aplicados en la piel, que podrían analizar químicamente el sebo y alertar sobre cambios compatibles con la enfermedad.
¿Qué es el Parkinson y cuáles son sus primeros signos?
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo progresivo que afecta principalmente el movimiento. Se produce por la pérdida de neuronas dopaminérgicas en una parte del cerebro llamada sustancia negra. La dopamina es esencial para el control de los movimientos voluntarios, y su déficit causa los síntomas característicos de la enfermedad.
Los síntomas clásicos incluyen:
- Temblor en reposo, especialmente en manos, piernas o mentón
- Rigidez muscular, que limita el movimiento y causa dolor
- Bradicinesia, o lentitud en los movimientos
- Inestabilidad postural, lo que lleva a una postura encorvada y mayor riesgo de caídas
Pero además de estos signos motores, el Parkinson puede comenzar con síntomas no motores, que son mucho menos conocidos pero muy frecuentes:
- Pérdida del sentido del olfato (anosmia): uno de los primeros signos
- Alteraciones del sueño, como movimientos bruscos o hablar dormido
- Cambios en la voz (más baja o monótona)
- Letra más pequeña al escribir (micrografía)
- Falta de expresión facial (hipomimia)
- Estreñimiento persistente
- Fatiga y mareos frecuentes
Conocer estos signos puede ser vital para acudir al neurólogo a tiempo, antes de que los síntomas motores limiten la vida cotidiana.
Diagnóstico y tratamiento: por qué cada minuto cuenta
Uno de los desafíos del Parkinson es que los síntomas motores aparecen cuando ya se ha perdido entre el 60 y el 80% de las neuronas dopaminérgicas. Por eso, encontrar marcadores tempranos —como el olor corporal alterado— es fundamental.
Un diagnóstico precoz permite iniciar el tratamiento antes, lo que puede ralentizar el avance de la enfermedad y preservar la autonomía del paciente durante más tiempo. Además, se abre la puerta a una intervención más personalizada, donde se ajusten las terapias farmacológicas, físicas y ocupacionales a cada caso.
Actualmente, no existe cura para el Parkinson, pero medicamentos como la levodopa, agonistas dopaminérgicos o inhibidores de la MAO-B, junto con terapias complementarias, permiten controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida.
Lo que viene: ¿olfatear el Parkinson en el futuro?
Gracias al caso de Joy Milne, la ciencia ahora sabe que el olor puede ser una herramienta diagnóstica. En paralelo a los avances en neuroimagen, análisis genéticos y pruebas de sangre, la piel y su sebo emergen como un nuevo campo de investigación.
Instituciones en Reino Unido y otros países ya están desarrollando dispositivos capaces de detectar estos cambios químicos en la piel. Estos métodos podrían revolucionar el diagnóstico temprano y permitir intervenciones mucho antes de que la enfermedad se manifieste visiblemente.
Además, se explora si esta técnica puede diferenciar entre Parkinson y otros trastornos neurológicos, como la demencia con cuerpos de Lewy, que a menudo comparten síntomas pero requieren tratamientos distintos.
Una nariz que ayudó al mundo
La historia de Joy Milne es una poderosa muestra de cómo una habilidad humana extraordinaria puede impulsar descubrimientos científicos significativos. Gracias a su sensibilidad olfativa, los investigadores han identificado un síntoma temprano y poco explorado del Parkinson: la alteración del sebo en la piel.
Este hallazgo no solo mejora nuestra comprensión de la enfermedad, sino que también abre nuevas vías para diagnosticarla antes y tratarla mejor. En un contexto donde cada año miles de personas reciben este diagnóstico, contar con nuevas herramientas puede marcar la diferencia entre una vida limitada y una vida vivida con dignidad y autonomía.