¿Psilocibina para el intestino? Estudio explora su potencial para tratar el síndrome del intestino irritable

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La psilocibina, el compuesto psicoactivo presente en los llamados "hongos mágicos".

Investigadores analizan si los psicodélicos pueden aliviar una de las condiciones gastrointestinales más comunes y complejas. El síndrome del intestino irritable (SII), una de las afecciones digestivas más prevalentes, podría tener un nuevo aliado inesperado: la psilocibina, el compuesto psicoactivo presente en los llamados «hongos mágicos». 

Así lo plantea un estudio pionero liderado por la Dra. Erin Mauney, gastroenteróloga e investigadora, que explora si este psicodélico, combinado con terapia conversacional, puede reducir los síntomas del SII en pacientes que no han respondido a tratamientos tradicionales.

Aunque el SII afecta a millones de personas y lleva décadas en la mira de la investigación médica, sus causas exactas aún no están del todo claras. Los tratamientos convencionales, como medicamentos, dietas especializadas y terapias mente-cuerpo, resultan insuficientes para aproximadamente el 60% de los pacientes, según explicó Mauney en una entrevista con el Journal of Clinical Gastroenterology (JCG). 

El cerebro y el intestino: un vínculo íntimo

Cada vez más investigaciones apuntan a la relación entre el cerebro y el intestino como eje clave para entender trastornos como el SII. El sistema nervioso entérico, una red de nervios en el tracto gastrointestinal, se comunica estrechamente con el cerebro, lo que puede explicar por qué emociones intensas generan síntomas intestinales.

Este vínculo es particularmente relevante para quienes padecen SII, ya que un alto porcentaje de ellos también experimenta ansiedad o depresión. La psilocibina, conocida por sus efectos sobre el estado de ánimo y la percepción, podría ayudar a reconfigurar patrones mentales negativos, aliviar el estrés y, como consecuencia, mejorar la función intestinal. 

¿Cómo podría funcionar?

El estudio actual combina sesiones de psicoterapia con la administración de psilocibina en un entorno controlado. Durante las sesiones (de entre 6 y 8 horas) los participantes ingieren una dosis de psilocibina mientras escuchan una lista de reproducción seleccionada y conversan con un equipo especializado sobre sus síntomas y experiencias personales.

Más allá de su impacto psicológico, los investigadores también están explorando los efectos de la psilocibina a nivel físico. Según estudios previos, la droga activa los receptores 5HT2a de serotonina en el intestino, los cuales podrían estar involucrados en la hipersensibilidad visceral, un síntoma característico del SII que provoca dolor ante movimientos intestinales normales.

Además, la psilocibina podría tener efectos analgésicos y antiinflamatorios, lo que ofrece otro posible mecanismo de acción en el tratamiento del SII.

Resultados prometedores, pero preliminares

Aunque el estudio aún se encuentra en proceso y los datos finales no han sido publicados, Mauney indicó que algunos pacientes ya han reportado mejoras significativas. En ciertos casos, los síntomas han disminuido; en otros, aunque los síntomas persisten, los participantes los describen como menos molestos o más manejables. 

¿Un nuevo paradigma para tratar el SII?

Aunque el enfoque puede parecer poco ortodoxo para algunos profesionales de la salud digestiva, Mauney insiste en que es precisamente este tipo de innovación lo que necesitan los pacientes. “Podría sonar un poco descabellado para el gastroenterólogo promedio”, admite. “Pero creo que esto es realmente lo que se necesita, y lo que nuestros pacientes están pidiendo. […] Un enfoque holístico de su sufrimiento”.

El Dr. David D. Clarke, presidente de la Asociación para el Tratamiento de Síntomas Neuroplásticos, coincide en que los pacientes resistentes a tratamientos convencionales necesitan nuevas opciones. Aun así, sugiere que la terapia con psilocibina debería compararse con enfoques como la Terapia de Conciencia y Expresión Emocional (EAET), que también ha mostrado eficacia en afecciones crónicas.

Por ahora, el estudio continúa y se espera que sus resultados, una vez publicados, puedan aportar nueva luz a un trastorno que afecta profundamente la calidad de vida de quienes lo padecen.

Como concluye Wijetilaka: “Aunque se necesita una investigación más concreta sobre esto, el estudio podría marcar un cambio significativo en la forma en que abordamos el cuidado del SII y la salud intestinal en general”.

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