El cáncer de lengua se desarrolla en las células escamosas de la superficie de la lengua. Además, se puede desenvolver en dos áreas diferentes, este cáncer se puede encontrar en la parte frontal de la lengua, mientras que el cáncer en la parte posterior de la lengua se conoce como cáncer orofaríngeo.
Según la Fundación Dental Española, en 2016, un total de 7,472 personas fueron diagnosticadas con cáncer oral en España y para 2021, esta cifra aumentó a 8,188. Dentro de las localizaciones más frecuentes del cáncer oral destaca la lengua, lo que resalta la importancia de conocer los primeros síntomas para una detección precoz que podría salvar vidas.
De acuerdo con la Fundación, un diagnóstico temprano de cáncer oral en general eleva la tasa de supervivencia al 90%. Sin embargo, cuando se detecta tardíamente, esta cifra desciende al 50%. En el caso del cáncer de lengua, si el diagnóstico ocurre en el primer año, la supervivencia se sitúa en el 80%. Este porcentaje disminuye al 60% a los cinco años y cae al 50% tras diez años.
Signos de alarma para un cáncer de lengua
Una llaga que no cicatriza, sangrado o dolor persistente y presencia de un bulto o área engrosada en la lengua, pueden ser síntomas de un cáncer de garganta, mientras que los signos de alarma para un cáncer orofaríngeo una persona puede presentar inflamación de los ganglios linfáticos del cuello, tos con sangre, pérdida de peso inexplicable, dolor en el oído, entre otros.
Otros síntomas pueden incluir manchas rojas o blancas en la lengua o en la boca, dolor de garganta persistente, entumecimiento de la lengua, dificultad para masticar o tragar, mandíbula inflamada y cambios en la voz.
Prevención y diagnóstico precoz
Realizar revisiones periódicas con dentistas y médicos es clave para detectar alteraciones en la lengua u otras partes de la boca. Además, evitar factores de riesgo como el consumo de tabaco, alcohol y una dieta deficiente puede disminuir significativamente las posibilidades de desarrollar esta enfermedad.
La detección temprana sigue siendo el factor más determinante para mejorar la supervivencia, permitiendo que los pacientes reciban tratamientos menos invasivos y más efectivos.