La actividad física regular (AF) es uno de los pilares más importantes para el crecimiento y desarrollo saludable de niños y adolescentes. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada a vigorosa (AFMV) son necesarios para promover el bienestar físico y emocional en estas etapas de la vida.
Estudios han demostrado que mantener un estilo de vida activo no solo previene el sobrepeso y la obesidad infantil, sino que también fortalece la autoestima y contribuye a reducir la ansiedad y el estrés.
Pantallas en aumento, movimiento en descenso
Sin embargo, los cambios en los hábitos de las últimas décadas muestran un panorama preocupante. Investigaciones recientes sugieren que, a medida que los niños crecen, el tiempo frente a pantallas —ya sea televisión, computadora o dispositivos móviles— aumenta, mientras que la actividad física disminuye.
Este fenómeno, relacionado con factores demográficos y sociales, acarrea consecuencias importantes. Pasar demasiadas horas frente a pantallas implica conductas sedentarias, vinculadas con un mayor riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. “Incluso cuando existe cierta actividad física, el sedentarismo prolongado representa un riesgo para la salud”, destacan expertos como Hamilton et al. (2008).
Un reto de salud pública
La tendencia global hacia la reducción de la actividad física en la infancia, acelerada por los avances tecnológicos, ha despertado la atención de la comunidad científica y de organismos internacionales. En países como Irán, por ejemplo, muchos padres aún desconocen los riesgos asociados con la falta de movimiento, lo que impacta directamente en los hábitos de sus hijos.
Promover la actividad física desde la infancia, coinciden los especialistas, es fundamental para reducir la incidencia de enfermedades no transmisibles y mejorar la calidad de vida a largo plazo.
La evidencia científica deja claro que el movimiento no solo es ejercicio: es también una inversión en la salud socioemocional de los niños. Actividades deportivas y recreativas pueden marcar la diferencia en su autoestima, resiliencia y capacidad de enfrentar el estrés diario.
La clave, concluyen los expertos, está en lograr un equilibrio: limitar el tiempo de pantalla, incentivar espacios de juego activo y, sobre todo, fomentar rutinas familiares que promuevan el movimiento como parte esencial de la vida cotidiana.
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