Un paciente masculino, vendedor ambulante de dulces, consultó por un cuadro de tos intermitente que, con el paso de los meses, comenzó a limitar su trabajo diario. Por recomendación de un compañero, decidió realizarse una abreugrafía, cuyo resultado fue “no satisfactorio”. Ante la sugerencia de realizar una radiografía de tórax, el paciente reunió con esfuerzo el dinero necesario para practicarse el examen.
Al reclamar los resultados, el médico radiólogo le informó sobre una lesión en el pulmón izquierdo y le recomendó consultar a un cirujano de tórax. Sin embargo, las limitaciones económicas del paciente dificultaron el acceso a la consulta especializada y al tratamiento quirúrgico necesario para atender la lesión, que se presumía maligna.
A pesar de las gestiones para conseguir atención en diferentes instituciones, todas con costos inaccesibles, la esperanza se mantuvo. Finalmente, un hospital público de su comunidad evaluó su situación a través del departamento de trabajo social y le ofreció una tarifa subsidiada.
Una historia que evidencia la inequidad en el acceso a la salud
Durante la última gestión del paciente, acompañado por su hijo de 13 años, acudió al despacho del director médico del hospital. Entre lágrimas, explicó que ya no tenía fuerzas ni recursos para seguir buscando atención y que prefería “esperar la muerte” antes que seguir mendigando el derecho a la salud.
El médico, conmovido por su situación, autorizó la cirugía sin requerir más pagos y dispuso que se programara de inmediato, para evitar el riesgo de metástasis. Sin embargo, un hecho estremecedor marcó el momento: el hijo del paciente, desesperado por el sufrimiento de su padre, sacó un arma de su mochila y expresó que si nuevamente se le negaba la atención, acabaría con la vida del director, de su padre y la suya propia, porque “no valía la pena vivir en una sociedad donde los pobres deben mendigar para ser atendidos”.
Supervivencia, humanidad y reflexión
La intervención se realizó con éxito, sin hallazgos de metástasis. El paciente se recuperó satisfactoriamente y fue dado de alta con un profundo agradecimiento hacia el equipo médico que lo atendió. Actualmente se encuentra libre de enfermedad.
Este caso pone de relieve la profunda desigualdad que aún persiste en los sistemas de salud, donde las limitaciones económicas pueden definir el destino de un paciente. También subraya la importancia del compromiso ético y humano de los profesionales de la salud ante situaciones críticas.
La historia invita a la reflexión sobre la necesidad urgente de fortalecer los sistemas públicos y garantizar el acceso equitativo a servicios médicos esenciales, especialmente para las poblaciones más vulnerables.
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