La aspergilosis, una infección causada por el hongo Aspergillus, ha resurgido en los últimos años como una seria amenaza para la salud pública a nivel mundial. Aunque este hongo está presente de forma común en el medio ambiente, en el suelo, el aire y la materia orgánica en descomposición, puede causar enfermedades graves en personas inmunocomprometidas o que sufran de afecciones pulmonares previas.
Un riesgo creciente tras la pandemia
El incremento de pacientes vulnerables, el uso extendido de tratamientos inmunosupresores y la aparición de cepas resistentes a los medicamentos hacen que esta infección sea un problema creciente. Tras la pandemia de COVID-19, se ha observado un aumento preocupante de casos, particularmente entre pacientes con enfermedades graves, internados en cuidados intensivos o bajo ventilación mecánica. En muchos de estos casos, la aspergilosis invasiva apareció como coinfección, elevando significativamente la mortalidad.
El mayor reto que se tiene es el diagnóstico oportuno. Los síntomas pueden ser inespecíficos y confundirse con otras infecciones respiratorias. Además, las pruebas disponibles suelen requerir recursos avanzados que no siempre están al alcance de todos los sistemas de salud, principalmente en países de bajos ingresos. Esto provoca retrasos en la detección y tratamiento, lo que reduce las posibilidades de recuperación.
El tratamiento estándar incluye antifúngicos como el voriconazol, pero la eficacia de estos medicamentos se ve amenazada por la creciente resistencia de Aspergillus fumigatus, la especie más común. Este fenómeno se relaciona, entre otras causas, con el uso intensivo de fungicidas en la agricultura, lo que ha generado cepas resistentes que luego afectan a los humanos.
Factores ambientales y cambio climático
A este escenario se suman los cambios ambientales, pues el aumento de la temperatura global, la humedad, los incendios forestales y las inundaciones hacen que se tengan las condiciones propicias para la propagación de estos hongos patógenos. Se ha documentado una expansión geográfica de enfermedades fúngicas como la aspergilosis y otras infecciones invasivas en regiones donde antes eran poco frecuentes.
Un llamado urgente a la acción
Frente a esta amenaza silenciosa, expertos advierten que se necesitan respuestas urgentes, mayor vigilancia epidemiológica, inversión en tecnologías diagnósticas, protocolos estandarizados y acceso equitativo a tratamientos eficaces. También es de suma importancia fortalecer los programas de control de infecciones en hospitales y promover el uso racional de antifúngicos para evitar la propagación de resistencias.
La aspergilosis ya no es un problema aislado ni limitado a pacientes con inmunodeficiencia clásica. Es una señal de alerta sobre la necesidad de repensar nuestras estrategias frente a las enfermedades fúngicas emergentes. En un mundo cada vez más expuesto a crisis sanitarias y ecológicas, ignorar este tipo de infecciones podría tener un alto costo para la salud global.
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