La falta de estadísticas actualizadas y la alta prevalencia de factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes y la obesidad continúan complicando la respuesta del sistema de salud ante los accidentes cerebrovasculares (ACV) en Puerto Rico. Así lo advirtió el doctor Wilfredo Gutiérrez, presidente del Colegio de Emergenciólogos de Puerto Rico.
“El accidente cerebrovascular ha sido identificado como la causa número uno de discapacidad en la población puertorriqueña, pero lamentablemente no contamos con datos recientes”, señaló Gutiérrez Coto. Según explicó, los registros más completos disponibles corresponden al periodo entre 2013 y 2015, cuando se documentó una alarmante carga de enfermedad en la Isla.
De acuerdo con esos datos, nueve de cada 10 pacientes que sufren un ACV presentan hipertensión. “Esta estadística es sumamente alarmante porque duplica o casi triplica la data comparable de Estados Unidos”, señaló el especialista, al tiempo que destacó que la obesidad y la hipercolesterolemia también juegan un rol determinante.
El doctor Gutiérrez explicó que la situación es multifactorial y se agrava por la concentración de centros especializados en la zona metropolitana. “Un paciente que llega a una institución en la periferia, que no cuenta con certificación de Stroke, puede enfrentar atrasos sustanciales en su atención debido a evaluaciones iniciales y procesos de transferencia”, indicó.
Ante este escenario, resaltó la importancia de fortalecer la coordinación del sistema prehospitalario. “Hemos visto avances con más paramédicos utilizando herramientas como la Cincinnati Scale, que les permite tener un mayor índice de sospecha y dirigir a los pacientes directamente a centros capacitados para el manejo del accidente cerebrovascular”, explicó.
Falta de vigilancia epidemiológica post-desastres
No obstante, el presidente del Colegio de Emergenciólogos advirtió que eventos como el huracán María, los terremotos y la pandemia han dejado al país “un poco a ciegas” en términos de vigilancia epidemiológica. “Esta falta de información podría estar subestimando la verdadera carga de mortalidad y discapacidad asociada a los accidentes cerebrovasculares en Puerto Rico”, sostuvo.
Para el especialista, la educación es la piedra angular del cambio. “La educación del paciente es esencial para que pueda identificar tempranamente los síntomas de un posible stroke y sepa a dónde acudir”, afirmó.
Asimismo, enfatizó la necesidad de capacitar de forma continua al personal de salud. “El rol de enfermería es crucial; ellos marcan el ‘minuto cero’ del hospital. Sin una identificación temprana y notificación oportuna, todo el proceso se atrasa”.
El doctor Gutiérrez también destacó la importancia de que los médicos de sala de emergencia utilicen escalas validadas para evaluar la severidad del evento y activen con rapidez los servicios de imágenes y transporte interhospitalario cuando sea necesario.
Más allá del evento agudo, el impacto económico y social del ACV es considerable. “Se estima que alrededor del 66 % de los gastos asociados al cuidado de estos pacientes se consume en las discapacidades a largo plazo, incluyendo pérdida de productividad y necesidad de cuidados prolongados”, explicó.
A su juicio, invertir en una atención inicial óptima podría reducir de forma significativa los costos económicos y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
El presidente del Colegio de Emergenciólogos reiteró el llamado a la detección temprana, recordando el acrónimo RÁPIDO, promovido por la American Stroke Association. “Cambios en el habla, desviación de la cara o dificultad para mover una extremidad deben provocar una acción inmediata y un traslado rápido a una sala de emergencia capacitada para realizar estudios de imagen de forma expedita”, concluyó.









