Las personas que padecen esta enfermedad presentan un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad, por lo que aumentar el conocimiento sobre factores que pueden tener un impacto negativo, como el estrés psicológico, podría contribuir a mejorar su salud.
El estrés psicológico agudo puede provocar cambios fisiológicos que aumentan la probabilidad de resultados adversos para la salud, afectando la hemodinámica y la función vascular. Con este objetivo, investigadores cardiovasculares de la Universidad de Emory en Atlanta (EE.UU.) llevaron a cabo recientemente un estudio sobre cómo el estrés se relaciona con la progresión de la enfermedad arterial coronaria.
Para este estudio, los autores recopilaron datos de 629 personas entre 2011 y 2016, analizando tres respuestas clave de los participantes a una prueba de esfuerzo en un entorno controlado. Tras un ayuno de 12 horas, todos los pacientes realizaron una prueba de estrés mental en la mañana. Luego de un descanso de 30 minutos en un entorno tranquilo, se les sometió a una prueba de estrés mental, que consistió en una tarea estandarizada de hablar en público. Cada participante tuvo dos minutos para preparar un discurso y tres minutos para presentarlo ante un grupo evaluador de al menos cuatro personas.
Estas pruebas de estrés están diseñadas para simular la presión que las personas experimentan en su vida cotidiana. Para crear escenarios que induzcan ansiedad en un entorno controlado, los investigadores monitorizaron cuidadosamente cambios relevantes en la actividad cardíaca y la presión arterial, incluyendo cómo respondía el revestimiento de los vasos sanguíneos y el grado de tensión de los mismos.
Los resultados generales indicaron que las variaciones en el flujo sanguíneo y la función vascular, asociadas al estrés, podrían estar directamente vinculadas con la enfermedad cardíaca. «Un mayor riesgo de reactividad cardiovascular, basado en una reactividad hemodinámica disminuida, disfunción endotelial y un incremento en la vasoconstricción periférica durante el estrés mental, está relacionado con peores resultados en pacientes con enfermedad arterial coronaria», señalaron los científicos.
«Nuestro objetivo era integrar estos tres hallazgos en una única puntuación de riesgo», afirmó la Dra. Kasra Moazzami, profesora adjunta de Cardiología en el Departamento de Medicina de la Universidad Emory. «Queríamos determinar si estos tres cambios estaban interrelacionados y, lo más importante, si su combinación podía mejorar nuestra capacidad para predecir el riesgo».
La evaluación de estos factores permite identificar a quienes tienen mayor probabilidad de experimentar eventos cardiovasculares en el futuro. A partir de los datos obtenidos en este estudio, los investigadores hallaron que a medida que las respuestas de estrés de los participantes aumentaban, también lo hacía su puntuación de riesgo cardiovascular.
Los autores del estudio subrayan la necesidad de realizar más investigaciones para comprender cómo la escala de riesgo de reactividad cardiovascular podría mejorar la atención a pacientes con enfermedades cardíacas. Creen que esto representa un cambio necesario hacia un enfoque más personalizado en el tratamiento, lo que podría transformar la forma en que los médicos previenen y manejan a los pacientes con problemas cardíacos.