Las etiquetas de muchos medicamentos no proporcionan información sobre las dosis adecuadas para pacientes con obesidad, a pesar de que esta condición puede alterar la acción de los fármacos y afectar tanto su seguridad como eficacia. Este vacío informativo ha llevado a un grupo de expertos en obesidad y farmacología a alzar la voz en busca de concienciar sobre un problema que impacta a una gran parte de la población.
La obesidad, que afecta a aproximadamente el 42% de los adultos en Estados Unidos, puede modificar significativamente la forma en que el cuerpo procesa ciertos medicamentos. Por ejemplo, el antifúngico posaconazol (Noxafil) tiene una vida media prolongada en personas con obesidad, lo que puede llevar a una mayor exposición a efectos adversos y riesgos de interacciones fármaco-fármaco. En contraste, el antibiótico cefazolina puede resultar en concentraciones insuficientes en el plasma, lo que podría comprometer el tratamiento de infecciones.
Medicamentos comunes como el antipsicótico brexpiprazol (Rexulti), el antidepresivo vortioxetina (Trintellix) y el inmunosupresor tacrolimus (Prograf) también han mostrado alteraciones en su disposición farmacológica en pacientes obesos. A pesar de que en muchos casos se podrían realizar ajustes en la dosis o establecer períodos de reposo farmacológico más prolongados, esta información crucial rara vez se menciona en las etiquetas de los productos.
El farmacólogo Theodore K. Kyle, defensor de la obesidad, enfatizó la necesidad urgente de abordar esta problemática: «Necesitamos ser conscientes de estas diferencias y manejar estos medicamentos de manera diferente en las personas con obesidad». A su juicio, la exclusión de estas poblaciones de ensayos clínicos ha contribuido a la falta de datos relevantes en las etiquetas.
En un esfuerzo por cerrar esta brecha, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha comenzado a considerar la inclusión de este tipo de información. En un taller celebrado en noviembre de 2022, se discutieron los desafíos en la evaluación del impacto de la obesidad en la dosificación y seguridad de los medicamentos, y en octubre de 2023, el Colegio Estadounidense de Farmacología Clínica emitió un llamado a la acción para que se incluya a personas con obesidad en los ensayos clínicos.
Recientemente, una declaración conjunta de varias organizaciones de salud instó a la FDA a «cerrar las brechas en el proceso de prueba y aprobación de nuevos medicamentos destinados a ser utilizados por personas con obesidad».
Mientras tanto, los datos disponibles sobre medicamentos más antiguos son escasos y, en muchos casos, provienen de investigaciones limitadas. Kyle destacó que «no tenemos estudios de eficacia y seguridad» para estos fármacos, lo que pone de relieve la necesidad de una reevaluación de la información en las etiquetas.
El problema se torna aún más crítico en el caso del posaconazol, un fármaco utilizado en pacientes oncológicos. Una reciente encuesta reveló que menos de la mitad de los oncólogos conocían el aumento de la vida media de este medicamento en personas obesas, lo que podría comprometer la eficacia del tratamiento contra el cáncer.
En respuesta a la creciente preocupación, algunos fabricantes están comenzando a incluir información sobre la obesidad en el etiquetado de nuevos medicamentos. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para garantizar que todos los fármacos en el mercado ofrezcan datos completos y precisos que consideren las necesidades de los pacientes con obesidad. Kyle concluyó: «Cuando sepamos más, podremos hacer las cosas mejor»