Genética, dieta y microbioma: las claves del futuro en el manejo de las enfermedades inflamatorias del intestino

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Dra. Esther Torres, reconocida gastroenteróloga, catedrática del Recinto de Ciencias Médicas y directora de la Fundación Esther A. Torres Pro Enfermedades Inflamatorias del Intestino (FEAT).

Por décadas, la ciencia ha buscado respuestas para entender por qué miles de personas desarrollan condiciones como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. Hoy, gracias a la genética, la investigación clínica y la conciencia sobre la importancia de una dieta saludable, se avanza hacia una posible prevención. 

Así lo afirma la Dra. Esther Torres, reconocida gastroenteróloga, catedrática del Recinto de Ciencias Médicas y directora de la Fundación Esther A. Torres Pro Enfermedades Inflamatorias del Intestino (FEAT).

“Cuando hablamos de enfermedades inflamatorias del intestino, inevitablemente tenemos que hablar de genética”, subrayó la Dra. Torres. Durante décadas de observación clínica, se ha evidenciado que estas condiciones tienden a repetirse entre familiares, e incluso muestran una tasa más alta de ocurrencia entre gemelos idénticos, lo que indica una fuerte base genética.

En la actualidad, con los avances tecnológicos, los estudios genéticos han identificado más de 350 variantes asociadas a enfermedades inflamatorias del intestino, número que ha crecido significativamente en los últimos años. “No significa que tener esas variantes implique desarrollar la enfermedad, pero sí nos ayuda a entender mejor su origen y su comportamiento”, explicó.

Algunas de estas variantes están relacionadas con cómo el cuerpo maneja el microbioma intestinal, el conjunto de bacterias, hongos y virus que viven en nuestro tracto digestivo y juegan un papel crucial en la salud inmunológica. “Cuando ese equilibrio se pierde y predominan microorganismos no beneficiosos, puede activarse un proceso inflamatorio en personas genéticamente predispuestas”, señaló la doctora.

Dieta y estilo de vida: factores clave

Uno de los factores ambientales más influyentes en este proceso es la dieta moderna, marcada por alimentos ultraprocesados, exceso de grasas, azúcares, colorantes y preservativos. “Pasamos de una alimentación local, fresca y natural a una dieta industrializada. Eso ha tenido un impacto directo en nuestro microbioma”, explicó.

Ante este escenario, la Dra. Torres lidera un estudio de cuatro años en colaboración con la Universidad de Massachusetts para evaluar el impacto de una dieta antiinflamatoria adaptada a la cultura puertorriqueña. Esta iniciativa ha incluido recetas criollas basadas en los principios de la dieta mediterránea, sesiones educativas y consejería nutricional para pacientes diagnosticados con enfermedades inflamatorias intestinales.

“El enfoque es que toda la familia pueda comer lo mismo, no se trata de preparar comidas distintas para el paciente. Queríamos que fuera realista y aplicable”, indicó. Aunque el estudio aún no ha culminado, se espera que sus hallazgos puedan ofrecer nuevas estrategias no farmacológicas para el manejo de estas condiciones.

El futuro: prevención personalizada

Según la doctora, el horizonte más prometedor es lograr una predicción más precisa del riesgo de desarrollar estas enfermedades, lo que abriría la puerta a intervenciones preventivas. “Quizás no estemos tan lejos. Imagínate poder identificar a una persona con predisposición genética y trabajar su microbioma desde temprano para evitar que se desarrolle la enfermedad”, señaló con esperanza.

Además, destacó la importancia de continuar explorando diferencias genéticas según grupos étnicos, lo que podría influir en la forma en que se manifiesta la enfermedad y en las respuestas a los tratamientos. “Esto será clave para lograr diagnósticos más tempranos y tratamientos más efectivos y personalizados”, afirmó.

Antes de concluir, la Dra. Torres dejó un mensaje claro: la educación es fundamental. “Hay que crear conciencia, no solo en los pacientes y sus familias, sino en la población en general. Estas son enfermedades reales, complejas, pero que con el conocimiento y las herramientas adecuadas pueden manejarse con dignidad y calidad de vida”, afirmó.

Y, como recordatorio práctico, ante la pregunta de cuál es uno de los mayores enemigos en la dieta para estos pacientes, no dudó: “El azúcar. Lo evitamos completamente; usamos miel en su lugar.”

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