La hepatitis C continúa siendo una amenaza silenciosa en Puerto Rico, especialmente entre poblaciones vulnerables como las personas privadas de libertad, usuarios de drogas y personas en situación de calle. Así lo advirtió el Dr Héctor Meléndez, infectólogo, quien en entrevista con este medio destacó los múltiples desafíos que enfrenta el sistema de salud para abordar esta enfermedad en los sectores más marginados.
“Estas comunidades no sólo están expuestas a un mayor riesgo de infección, sino que además enfrentan enormes barreras para acceder a diagnósticos y tratamientos oportunos”, expresó el doctor.
Uno de los principales problemas es la invisibilidad de la enfermedad. “La hepatitis C puede permanecer asintomática durante años. Muchas personas no saben que están infectadas hasta que presentan daños avanzados en el hígado. Eso hace que la enfermedad sea aún más peligrosa, porque no se detecta a tiempo”, explicó.
Según el especialista, esta falta de diagnóstico temprano se agrava por el escaso acceso a servicios de salud y a información educativa en torno a la enfermedad. “Si no hay acceso a salud, tampoco hay acceso a educación en salud. Todo está conectado. Es importante que las intervenciones no solo se dirijan a la población general, sino también a estas comunidades vulnerables”, subrayó.
En Puerto Rico, algunos de los factores que mantienen alta la transmisión del virus incluyen el uso compartido de jeringuillas, prácticas de tatuaje sin control sanitario, y la falta de seguimiento médico en instituciones penitenciarias. “Estos son factores muy específicos que debemos atender si queremos cortar la cadena de transmisión en estos grupos”, sostuvo el doctor.
Acceso limitado y barreras estructurales
A pesar de que existen tratamientos curativos altamente efectivos, como los antivirales de acción directa, su acceso continúa siendo limitado. “Aun teniendo tratamientos disponibles, no todos los pacientes pueden acceder a ellos”, destacando que existe una brecha inmensa entre lo que la ciencia puede hacer y lo que efectivamente llega a quienes más lo necesitan”, denunció el médico.
Entre las principales barreras identificadas para acceder a atención médica especializada, el doctor mencionó la falta de documentación, el estigma, la movilidad constante de las personas sin hogar. “Estas personas muchas veces no tienen ni una identificación válida, lo que ya les impide entrar al sistema. Además, el estigma pesa. Muchas veces prefieren no buscar ayuda para no ser juzgadas”, lamentó.
Estrategias para la adherencia y el rol de la comunidad
Frente a estos desafíos, algunos centros de salud y organizaciones sociales han comenzado a implementar estrategias diferenciales para mejorar la adherencia al tratamiento.
Las organizaciones sociales juegan un rol fundamental, no solo en la búsqueda de casos, sino también en el acompañamiento durante el proceso de tratamiento. “Estas organizaciones son muchas veces el único puente que existe entre los pacientes y el sistema de salud. Su trabajo es esencial para lograr que los tratamientos lleguen y se completen”, destacó.
El doctor concluyó señalando que si bien hay avances médicos importantes, sin una estrategia de salud pública inclusiva, la hepatitis C seguirá siendo una epidemia silenciada.