Por: Kevia Calderón Jorge PhD., Psicóloga Clínica
Asociación de Psicología de Puerto Rico
La hepatitis viral es una condición que se caracteriza por la inflamación del hígado, causada por un virus. Existen varios tipos de hepatitis, siendo los más comunes la hepatitis A, B, C, D y E. Algunos tipos de hepatitis pueden causar una infección aguda (corto plazo), mientras que otras pueden ser crónicas (largo plazo).
La hepatitis A y la hepatitis E se transmiten a través del contacto con alimentos o agua contaminados conlas heces de una persona infectada. También es posible contraer hepatitis E al comer carne de cerdo, ciervo o mariscos poco cocidos. La hepatitis B, C y D se transmiten a través del contacto con la sangre de una persona con la enfermedad. La hepatitis B y D también se pueden propagar a través del contacto con otros fluidos corporales.
Esto puede suceder al compartir agujas cuando se hace uso de drogas intravenosas o tener relaciones sexuales sin protección. La hepatitis crónica puede provocar complicaciones como cirrosis (cicatrización del hígado), insuficiencia hepática y cáncer del hígado. El diagnóstico y el tratamiento temprano de la hepatitis crónica pueden prevenir estas complicaciones.
Por otra parte, las personas con un diagnóstico de hepatitis viral pueden llegar a experimentar malestar psicológico relacionado a la condición. Inicialmente pueden manifestar temor y angustia debido a la preocupación sobre el curso de la enfermedad y las posibles consecuencias de esta; así como, los efectos secundarios del tratamiento. En adición, pueden expresar preocupación ante la posibilidad de contagiar a otras personas significativas.
En este punto la orientación sobre la condición, las formas de contagio y las mejores prácticas para evitar complicaciones futuras son una herramienta eficaz para ayudar a la persona en esta primera etapa una vez es diagnosticada. De igual manera, se ha evidenciado que la fatiga, el dolor, la falta de energía, la ansiedad y la depresión pueden afectar significativamente la calidad de vida de las personas con hepatitis viral.
La presencia de un diagnóstico de depresión o ansiedad complica el proceso de tratamiento y la recuperación de la persona, dado que incrementa la percepción de malestar físico como es el dolor y la fatiga y la motivación para llevar a cabo acciones dirigidas a su bienestar. Tal es el caso de las personas con un diagnóstico de hepatitis C. Las investigaciones sostienen que existen diferentes factores psicosociales que actúan en detrimento de la calidad de vida del paciente con hepatitis C y que pudieran estar asociados con la presencia de síntomas de depresión.
No obstante, parece ser que el virus mismo puede tener un papel biológico en el desarrollo de la depresión. Las investigaciones también han evidenciado que las personas con un diagnóstico de hepatitis B o C pueden presentar deterioro en su calidad de vida. Siendo los pacientes con hepatitis C, los que evidencian un mayor deterioro del bienestar físico, funcional y emocional.
Así también, el estado emocional de la persona pudiera afectar la adherencia al tratamiento. Esta dependerá de varios factores entre los que resaltan las creencias relacionadas a la condición, el sentirse capaz de luchar contra la enfermedad y la posibilidad de sanar o sentido de autoeficacia, los recursos a su alcance, el apoyo con el que cuenta y la estabilidad emocional. Una pobre adherencia al tratamiento puede traer como consecuencia una pobre calidad de vida, acompañado de las complicaciones médicas resultantes de un cumplimiento ineficiente del tratamiento.
Ayudar a la persona a ser adherente al tratamiento inicia por facilitar el acceso a los servicios de salud especializados y recursos necesarios para la obtención y mantenimiento del tratamiento. Esto incluye la provisión de apoyo tanto por parte de los familiares y amigos; así como, por los profesionales de la salud mental y física. Es importante tener presente que un manejo adecuado de la condición requiere de detección y diagnóstico temprano de la enfermedad, tratamiento y seguimiento, prevención de futuras complicaciones; así como, la provisión de apoyo y sostén emocional e instrumental al paciente.
Realizar un seguimiento regular de la persona y evaluar su progreso en el tratamiento permite identificar necesidades y ajustar las estrategias de apoyo de manera oportuna. Ofrecer un espacio para que los pacientes expresen sus sentimientos, inquietudes y preocupaciones, ayuda a reducir la carga emocional y mejora la adherencia al tratamiento. Por otra parte, conectar a los pacientes con grupos de apoyo, organizaciones o redes sociales puede facilitar la comunicación con otras personas que también han pasado por la experiencia y mejorar la adaptación al tratamiento.
Ofrecer seguimiento con profesionales de la salud mental para atender la sintomatología ya sea de depresión, ansiedad u otras; además de, fortalecer las destrezas de afrontamiento, desarrollar estrategias para el manejo de estrés, promover hábitos saludables que ayuden en el mantenimiento de la calidad de vida, entre otros, son aspectos esenciales en el proceso de recuperación. Un cuidado integrado donde se atiendan tanto las necesidades físicas, como psicológicas y sociales del paciente son la clave para un tratamiento exitoso.