Por: Irmaris Cruz Núñez, PhD
El caso de la adolescente asesinada a principios de agosto ha generado un sinnúmero de emociones en todo Puerto Rico. Y es que tragedias como esta pueden evitarse con compromiso, acciones y estrategias de prevención ante la violencia que nos arropa como país. Ahora bien, ¿qué factores individuales y colectivos se deberían tomar en consideración para generar estrategias de prevención adecuadas?
Los esfuerzos de prevención deben ofrecerse a la población en general. Todos los sectores de la sociedad deben involucrarse, no sólo quienes están en contacto directo con la juventud.
La posibilidad de éxito de los programas de prevención se multiplica, en la medida en que diversos sectores se involucren porque se crea una red colectiva de responsabilidad que refuerza los mensajes de prevención y fomenta el sentido de pertenencia y compromiso colectivo. Las intervenciones preventivas deben iniciarse desde la niñez.
Según la UNICEF, la violencia se reconoce como una de las formas de vulneración de derechos con mayor riesgo para el desarrollo y la salud de la niñez en los primeros años de vida. Esto implica reconocer medidas orientadas a fortalecer factores de protección desde etapas tempranas, como el acceso a una educación de calidad, crear vínculos familiares seguros y de cuidado amoroso, prácticas de cuidado de la salud mental, creación de espacios seguros, garantizar condiciones de vida digna, entre otros.
El enfoque preventivo con participación colectiva puede posibilitar el obtener mejores resultados en el desarrollo y bienestar de nuestra niñez y juventud, evitando acciones dirigidas únicamente a responder cuando ya ha ocurrido un problema. Es indispensable la voluntad y el compromiso del Estado y todas sus agencias para la erradicación de la violencia. Y algunas de las cosas que se deben considerar, es que la asignación de fondos para programas de prevención debería tomar en cuenta las necesidades reales que se buscan resolver para maximizar esos recursos.
Al hablar de factores individuales, es esencial fomentar un manejo adecuado de los conflictos en el hogar y estilos de crianza asertivos, en los que las familias refuercen conductas saludables y participen activamente en la vida de la niñez y juventud que les rodea.
Otros factores que pueden considerarse son aquellos que se encuentran el desarrollo del autocontrol y la regulación emocional, la autoestima positiva, las habilidades sociales y la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia.
Además, contar con un proyecto de vida claro, mantener un buen rendimiento académico y participar en actividades recreativas o de voluntariado contribuye a la construcción de hábitos y conductas saludables que alejan a la niñez y juventud de entornos violentos.
El Estado tiene la obligación de implementar políticas públicas efectivas, brindar recursos económicos para programas de prevención y garantizar que el desarrollo de nuestra niñez y juventud ocurra en condiciones de dignidad, seguridad y en entornos libres de violencias. ¿Tendrá la voluntad para hacerlo? Situaciones como estas nos recuerdan con dolor que la prevención de la violencia no puede esperar.
La autora tiene un Doctorado en Filosofía con especialidad en Psicología (PhD) y es integrante del Comité de Prevención de Violencia de la Asociación de Psicología de Puerto Rico.