Un hombre de 32 años, sin antecedentes médicos de relevancia, acudió a consulta por una lesión cutánea intensamente pruriginosa en el dorso del pie derecho, que llevaba 10 días en evolución. A pesar de haber aplicado clotrimazol en crema, la lesión mostró progresión lateral a medial. El paciente había viajado a Nicaragua dos semanas antes y estuvo en contacto con agua estancada mientras usaba calzado abierto, lo que resultó ser un posible desencadenante.
Durante la exploración física, se observó un cordón lineal serpiginoso de unos 4 cm en el pie afectado, desde el quinto hasta el tercer metacarpiano. El extremo lateral mostraba una pápula costrosa y el extremo medial presentaba una pseudovesícula con trasudado seroso, hallazgos clínicos compatibles con larva cutánea migrans (LCM). Se inició tratamiento con ivermectina oral (200 mcg/kg en dosis única) y betametasona tópica.
Larva cutánea migrans (LCM)
La LCM es causada por la infestación cutánea de nematodos, principalmente de los géneros Ancylostoma braziliensis y A. caninum. Estos parásitos, cuyo reservorio son perros y gatos, eliminan los huevos a través de las heces, y su ciclo de vida se ve favorecido en ambientes húmedos y con agua estancada, comunes en zonas tropicales como Centro y Sudamérica. En algunos casos, también se ha informado la aparición de LCM autóctona en regiones no tropicales, como España.
A diferencia de las uncinarias humanas, que pueden atravesar la membrana basal y diseminarse sistémicamente, los nematodos responsables de la LCM carecen de la colagenasa necesaria para ello. Sin embargo, las uncinarias como A. duodenale, Necator americanus y Strongyloides stercoralis pueden causar infecciones graves, conocidas como larva migrans visceral, que pueden afectar los pulmones y el intestino.
Así,el diagnóstico de la LCM se basa en la presentación clínica característica, ya que las biopsias y otros análisis, como la determinación de inmunoglobulina G específica, suelen tener baja rentabilidad. El tratamiento puede ser tópico o sistémico, siendo la ivermectina oral y el albendazol los tratamientos de elección. Sin tratamiento, la infección puede resolverse espontáneamente en 2 a 8 semanas, pero el tratamiento activo es recomendable para prevenir complicaciones locales.