La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune crónica caracterizada por inflamación persistente de las articulaciones, dolor, hinchazón y, si no se trata, daño articular irreversible. Tradicionalmente, el diagnóstico se realiza cuando ya aparecen signos clínicos claros de inflamación articular (sinovitis).
Las raíces silenciosas de una enfermedad autoinmune
Sin embargo, en los últimos años los científicos han observado que, en muchas personas que desarrollan AR, existen cambios biológicos detectables años antes de que aparezcan los síntomas. Identificar estos cambios tempranos podría permitir intervenciones más tempranas, posiblemente menos agresivas, con el objetivo de retrasar o incluso prevenir el desarrollo de la enfermedad.
Un nuevo estudio publicado en 2025 (citado en ScienceAlert) profundiza en este fenómeno, aportando nuevas pistas sobre marcadores inmunológicos y patrones celulares que anteceden a la AR clínica. Lo que vamos a explicar a continuación puede transformar cómo vemos el “riesgo” y el “pretratamiento” de esta enfermedad.
Etapas “preclínicas” de la AR: lo que ya se sabía
Antes de este estudio más reciente, se conocía que algunas personas pueden mostrar ciertos autoanticuerpos relacionados con la AR sin tener aún inflamación articular perceptible. Entre los más conocidos están:
- ACPAs (anticuerpos anti-proteína citrulinada): anticuerpos que reconocen proteínas modificadas por citrulinación. Están presentes en muchos pacientes con AR.
- Factor reumatoide (FR): otro anticuerpo clásico asociado a AR, aunque menos específico.
- Otros biomarcadores emergentes incluyen anticuerpos frente a proteínas modificadas (carbamilo, acetilas, etc.), así como cambios en las glicaciones y modificaciones de las fracciones de anticuerpos.
Estos hallazgos indican que el sistema inmunológico “se prepara” antes de que las articulaciones se inflamen visiblemente. No obstante, tener estos anticuerpos no garantiza que vaya a desarrollarse AR: existe variabilidad individual.
El estudio más reciente añade capas nuevas a ese conocimiento: examina cambios en proteínas inflamatorias en sangre y en el comportamiento de células inmunes antes del inicio de la enfermedad observable.
Lo que el nuevo estudio reveló: señales tempranas que construyen el camino hacia la AR
El equipo de investigación —liderado por el Instituto Allen de Inmunología, la Universidad de California en San Diego y la Universidad de Colorado— siguió durante un tiempo a 45 personas consideradas con riesgo aumentado de AR por tener ACPAs positivos. De ellas, 16 desarrollaron AR franca con el tiempo.
Entre sus hallazgos clave se encuentran:
- Incremento inflamatorio en plasma
En los individuos “de riesgo”, antes de que apareciera la sinovitis clínica, se detectaron niveles elevados de proteínas inflamatorias vinculadas al sistema inmune. Estas moléculas pueden actuar como “centinelas” del proceso autoinmune en marcha. - Activación temprana de células inmunes
Tanto las células B (productoras de anticuerpos) como las células T (que regulan respuestas inmunes) mostraron signos de mayor alerta incluso antes de que las articulaciones se inflamaran. En particular, se observó que células T previamente “neutrales” pasaban a un estado predispuesto a la inflamación. - Evolución progresiva del perfil inmunológico
A medida que se acercaba el diagnóstico de AR, aumentaba el número de células B y T predispuestas a reaccionar de forma inflamatoria, sugiriendo un “despertar inmunológico” gradual.
Aunque hubo solapamientos entre quienes desarrollaron AR y quienes no, estos cambios ofrecen una mejor comprensión del tránsito entre riesgo y enfermedad clínica. Los autores concluyen que la AR comienza mucho antes de que los síntomas sean visibles.
Estos descubrimientos plantean preguntas fundamentales sobre cuándo iniciar tratamientos preventivos en personas consideradas en riesgo.
Intervenciones preventivas: ¿qué dice la evidencia hasta ahora?
La idea de impedir o retrasar la aparición clínica de la AR no es nueva, pero hasta ahora las opciones han sido limitadas. Uno de los medicamentos estudiados con esta intención es abatacept, que modula la activación de células T.
Por ejemplo, un ensayo llamado APIPPRA analizó el uso de abatacept en individuos con riesgo elevado de AR (seropositivos para ACPA). Los resultados mostraron que, a los 24 meses, el 25 % del grupo tratado evolucionó a AR frente al 37 % del grupo placebo.
Otro estudio de 6 meses con abatacept mostró que reduce la inflamación visible en resonancia magnética y disminuye el riesgo de progresión a AR en personas de alto riesgo, con efectos que persisten después de suspender el fármaco.
Estos datos son alentadores, pero tienen limitaciones: los efectos no siempre se sostienen a largo plazo, y aún no hay consenso clínico sobre cuándo debe iniciarse ese tipo de intervención preventiva.
Es importante destacar que abatacept tiene un perfil de seguridad aceptable en la AR establecida, con eventos adversos similares a placebo en muchos estudios.
Por lo tanto, la nueva información sobre los cambios inmunológicos tempranos podría ayudar a afinar quién podría beneficiarse más de tratamientos preventivos y cuándo sería el momento óptimo de iniciar.
Implicaciones prácticas y futuras direcciones
Para pacientes y población general
- Saber que la AR puede comenzar silenciosamente refuerza la importancia del seguimiento en personas con anticuerpos positivos o antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes.
- No todos los que tienen anticuerpos desarrollarán AR, por lo que la identificación de marcadores adicionales (proteínas inflamatorias, activación de células inmunes) será clave para discriminar riesgo real.
- En el futuro podrían diseñarse pruebas de sangre más sofisticadas que combinen varios biomarcadores para estimar probabilidad de progresión a la AR.
Para médicos y reumatólogos
- Este estudio sugiere que la ventana para actuar es más amplia de lo que se pensaba: no solo cuando hay síntomas, sino durante la fase “en latencia”.
- En pacientes con anticuerpos positivos, puede considerarse el seguimiento más frecuente con marcadores inmunológicos, estudios de imagen (ecografía o resonancia de articulaciones subclínicas) y evaluación temprana de intervención.
Finalmente, este estudio refuerza la idea de que la artritis reumatoide no aparece de la noche a la mañana, sino que se “cocina” silenciosamente en el sistema inmune mucho antes de que el paciente note dolor o inflamación. Detectar esos cambios tempranos podría cambiar radicalmente el enfoque del tratamiento: de reaccionar al daño a prevenirlo.
Aunque estamos aún en las primeras etapas de este conocimiento, los hallazgos ofrecen una hoja de ruta prometedora: identificar quién está más en riesgo, cuándo intervenir y cómo hacerlo de manera más personalizada. En el futuro, la palabra “riesgo” podría pasar a tener un significado más activo: una fase en que podemos prevenir la artritis antes de que empiece.