Menos dosis, mejor adherencia: así cambió el tratamiento de la esquizofrenia

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Dra. Ileana Fumero, psiquiatra e investigadora clínica del Centro de Investigación BTH Research.

La esquizofrenia continúa siendo una de las condiciones de salud mental más complejas y estigmatizadas. Sin embargo, los avances recientes en el tratamiento ofrecen nuevas esperanzas tanto para los pacientes como para sus familias. Así lo explicó la Dra. Ileana Fumero, psiquiatra e investigadora clínica del Centro de Investigación BTH Research, quien conversó sobre las nuevas alternativas terapéuticas y la importancia de una atención individualizada.

Según la Dra. Fumero, tradicionalmente la esquizofrenia se ha tratado con medicamentos antipsicóticos que buscan reducir el exceso de dopamina en el cerebro, una de las teorías más aceptadas para explicar los síntomas positivos de la enfermedad, como las alucinaciones y los delirios. “Estos medicamentos pueden ser administrados de forma oral o inyectable, incluso con fórmulas de liberación prolongada que se aplican una vez al mes, cada tres meses o hasta cada seis meses”, explicó.

No obstante, en los últimos años ha surgido una nueva clase de medicamentos que no actúan directamente sobre la dopamina, sino sobre los receptores muscarínicos del sistema nervioso central. “Este mecanismo alterno permite modular la liberación de dopamina y, al mismo tiempo, regular síntomas negativos y cognitivos sin generar los efectos secundarios clásicos asociados al sistema dopaminérgico”, detalló la doctora. Entre estos efectos adversos que se reducen están los movimientos involuntarios, el aumento de la prolactina y las alteraciones metabólicas como el aumento de peso o el colesterol elevado.

Aunque los nuevos medicamentos presentan beneficios importantes en términos de tolerabilidad, también pueden generar otros efectos, como palpitaciones, aumento de la presión arterial o retención urinaria en algunos pacientes. “Lo importante es que estos eventos adversos son diferentes a los que estábamos acostumbrados a ver, lo que nos permite tener nuevas opciones para pacientes que no toleraban bien los tratamientos anteriores”, añadió la psiquiatra.

Uno de los grandes retos en el tratamiento de la esquizofrenia sigue siendo la adherencia. “Muchos pacientes no reconocen su enfermedad o no entienden que necesitan tratamiento. Esto provoca recaídas, hospitalizaciones frecuentes y deterioro funcional. La esquizofrenia es una condición neurodegenerativa, por lo que el control temprano de los síntomas es esencial para evitar un mayor deterioro”, advirtió la Dra. Fumero.

En este sentido, la personalización del tratamiento se vuelve clave. “No todos los pacientes presentan los mismos síntomas. Algunos tienen síntomas positivos más marcados, otros luchan con síntomas negativos como la falta de iniciativa o anhedonia, y otros presentan dificultades cognitivas. Además, hay que considerar si el paciente prefiere un tratamiento oral o inyectable. Todo esto se toma en cuenta al individualizar la terapia”, señaló.

Más allá del medicamento, también es esencial el acompañamiento. “Es vital incluir a los familiares o personas de apoyo en el proceso. Muchas veces son ellos quienes ayudan a mantener la adherencia al tratamiento”, enfatizó. La educación, la empatía y las terapias complementarias como la psicoterapia individual o grupal pueden marcar una gran diferencia.

La doctora hizo un llamado al sistema de salud a apoyar a esta población. “Aún enfrentamos mucho estigma, tanto del paciente hacia sí mismo como en el acceso a los servicios. Necesitamos que se nos permita a los profesionales escoger el tratamiento más adecuado según el perfil del paciente. Estos pacientes pueden responder, controlar sus síntomas y reintegrarse a su entorno académico, laboral y familiar. Pero necesitamos apoyo real del sistema”, concluyó. 

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