Rastro genético del tabaco: Fumar altera el ADN y favorece el cáncer de cabeza y cuello

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Solo 20 minutos después de dejar de fumar, la presión arterial y el ritmo cardíaco comienzan a normalizarse, marcando el inicio de la recuperación del cuerpo casi de inmediato.

La relación entre el tabaco y el cáncer es conocida desde hace décadas. Sin embargo, no sabíamos con exactitud cómo el humo del cigarro altera el ADN humano hasta que un ambicioso estudio internacional lo examinó a fondo. Investigadores de Europa y América Latina analizaron los genomas completos de 265 pacientes con cáncer de cabeza y cuello (HNC, por sus siglas en inglés), revelando firmas genéticas —casi como huellas dactilares moleculares— que muestran cómo el tabaco deja cicatrices visibles en nuestras células. Este hallazgo tiene implicaciones profundas tanto para la prevención como para el tratamiento del cáncer.

Cáncer de cabeza y cuello: ¿qué es y a quién afecta?

El HNC abarca tumores malignos en la boca, garganta (faringe), laringe (caja de la voz) e hipofaringe. Representa aproximadamente el 4% de todos los casos de cáncer a nivel mundial, con 750,000 nuevos diagnósticos cada año. Sus principales factores de riesgo son el consumo de tabaco y alcohol, seguidos por la infección con ciertos tipos de virus del papiloma humano (VPH).

El estudio analizó muestras de pacientes en ocho países: Argentina, Brasil, Colombia, Italia, Grecia, Rumanía, Eslovaquia y República Checa. A través de una técnica de secuenciación genómica profunda, se pudo identificar cómo el tabaco y el alcohol modifican el ADN celular, facilitando la aparición del cáncer.

Tabaco y mutaciones: más que una relación causal, una firma en el ADN

El análisis reveló seis firmas genéticas relacionadas directamente con el consumo de tabaco. Las más comunes fueron SBS4, SBS92 y una nueva firma llamada SBS_I, cada una reflejando diferentes patrones de daño genético. Por ejemplo:

  • SBS4 se relaciona con una sustancia cancerígena del tabaco llamada benzo(a)pireno, conocida por generar mutaciones tipo C>A.
  • SBS92 y SBS_I mostraron otros patrones (T>C y T>A, respectivamente) y podrían estar asociadas a otros compuestos del cigarro, como las nitrosaminas.

Estas firmas no solo fueron más frecuentes en fumadores, sino que la laringe fue el sitio anatómico más afectado, con un 66% de los casos mostrando SBS4. En contraste, la cavidad oral también mostró la presencia de SBS_I, lo que sugiere que cada parte del sistema respiratorio responde de forma distinta al tabaco.

El tabaco y el alcohol: una combinación peligrosa

El estudio también detectó que el alcohol por sí solo no tiene un gran impacto mutacional, pero cuando se combina con el tabaco, se potencia el daño. Tres firmas mutacionales —SBS16, DBS4 e ID11— se relacionaron con el alcohol, pero se volvieron mucho más evidentes en personas que también fumaban. Esto sugiere un efecto sinérgico, donde fumar aumenta la toxicidad del alcohol, probablemente al elevar los niveles de acetaldehído en la saliva, una sustancia conocida por dañar el ADN.

Impacto en genes clave del cáncer

Entre los 96 genes asociados al desarrollo de cáncer, los investigadores encontraron mutaciones frecuentes en TP53 (un gen que normalmente actúa como «guardián del genoma»). Fumar se asoció a un mayor número de estas mutaciones, especialmente en cánceres de laringe. En cambio, el gen CASP8 fue más común entre personas no fumadoras. Esta distinción genética podría ayudar en el futuro a diferenciar entre tumores relacionados con el tabaco y los que no lo están, lo que influye en cómo se tratan.

Además, los tumores en personas fumadoras presentaban inestabilidad cromosómica: alteraciones en la cantidad de copias de genes, un fenómeno que favorece el crecimiento y la agresividad del cáncer.

¿Qué ocurre en los no fumadores?

Aunque el estudio se centró en los efectos del tabaco, también analizó otros factores. Por ejemplo, algunos cánceres de cabeza y cuello presentaban mutaciones relacionadas con la exposición al sol (radiación ultravioleta), especialmente en el labio y la lengua, lo que sugiere que la luz solar también puede tener un rol en estos tumores. Sin embargo, factores como la higiene oral deficiente o el consumo de bebidas calientes no mostraron mutaciones específicas, aunque podrían tener un efecto indirecto.

¿Qué significa todo esto para la prevención y el futuro?

Este estudio ofrece un mapa detallado del impacto del tabaco en el ADN humano. Confirma que fumar no solo causa cáncer, sino que lo hace de múltiples formas, dejando huellas únicas según la parte del cuerpo afectada. También deja claro que dejar de fumar no solo reduce el riesgo de cáncer, sino que podría cambiar por completo el tipo de mutaciones que una persona acumula con el tiempo.

Además, este tipo de análisis genético puede ayudar a personalizar tratamientos y desarrollar terapias dirigidas. Por ejemplo, tumores con inestabilidad genómica podrían responder mejor a ciertos tipos de quimioterapia o inmunoterapia.

Fumar no solo daña los pulmones: deja marcas profundas y permanentes en el ADN, facilitando la aparición de cánceres agresivos y difíciles de tratar, especialmente en la cabeza y el cuello. Este estudio pionero, liderado por el IARC y publicado en Nature Genetics, ofrece evidencia clara del impacto del tabaco en el genoma humano y abre nuevas vías para la prevención, diagnóstico y tratamiento personalizado del cáncer. Dejar de fumar no es solo una decisión de salud: es una forma directa de proteger nuestro ADN.

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