Dermatitis atópica: más allá de la piel, un impacto en la vida diaria

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Diversos especialistas destacan la importancia de abordar la enfermedad desde una mirada integral. Foto PHL.

La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica que va mucho más allá de lo dermatológico. No solo afecta la piel, sino también la autoestima, la salud mental y las relaciones sociales de quienes la padecen. 

Diversos especialistas destacan la importancia de abordarla desde una mirada integral, donde el tratamiento médico se complemente con el cuidado emocional, la nutrición y hábitos de vida saludables. 

La Dra. Claudia Arenas, dermatóloga, explicó que los factores desencadenantes de la enfermedad: “Tiene un componente genético, pero no de manera dominante… Dentro de los factores que agravan la enfermedad se encuentra en el exposoma, que son esos factores intrínsecos, por ejemplo, fumar, comer mal, la contaminación o dormir mal puede empeorar la enfermedad”. 

Impacto emocional y social de la enfermedad

“Los principales desafíos están en relación con la parte personal, la parte social y la calidad de vida. A nivel personal podemos ver cosas como la dificultad en la autoimagen, temas relacionados con los síntomas asociados a depresión, ansiedad”, explicó la doctora, subrayando que los pacientes enfrentan un reto que trasciende lo físico.

El impacto psicológico puede traducirse en aislamiento, baja autoconfianza y dificultades en la vida cotidiana. Por eso, el acompañamiento psicológico y la educación en torno a la enfermedad son claves para mejorar el bienestar de los pacientes.

El ciclo entre el estrés y la enfermedad

El estrés se convierte en un detonante que agrava los síntomas de la dermatitis atópica. “Siendo la dermatitis una enfermedad inflamatoria, en los momentos de estrés se segrega mucho más cortisol y el cortisol aumenta esa sensación de rascado. Es un ciclo que no se puede romper fácilmente”, señaló la especialista.

Este círculo vicioso no solo empeora las lesiones cutáneas, sino que también eleva la frustración y la angustia de los pacientes, lo que refuerza la importancia de estrategias de manejo emocional y de estilos de vida que reduzcan el estrés. 

El papel de los baños emolientes

La dermatóloga Catherine Rodríguez resaltó la importancia de los baños emolientes como estrategia central en el cuidado de la piel. “Los emolientes ayudan a mejorar la hidratación y la elasticidad de la piel. Al usarlos diariamente, se reduce el prurito y se controla la inflamación, lo que mejora significativamente la calidad de vida del paciente”, explicó.

La evidencia científica respalda su eficacia no solo en el control de los síntomas, sino también en la prevención de brotes, especialmente en bebés con riesgo de desarrollar dermatitis atópica. Según las recomendaciones, deben realizarse diariamente, enfocándose en zonas como cara, axilas, genitales, manos y pies.

La nutrición como pilar del tratamiento

Durante el simposio nacional para pacientes con dermatitis atópica, la nutricionista clínica Diana Avilés recalcó el rol fundamental de la alimentación en el manejo de la enfermedad.

“La diferencia más importante entre un paciente pediátrico y un adulto con dermatitis atópica está en la etapa de crecimiento”, señaló Avilés. “En los niños debemos vigilar que continúen con su desarrollo físico e intelectual sin comprometerlo por restricciones innecesarias en la dieta. En los adultos, la planificación nutricional se enfoca en sus necesidades energéticas y en su estilo de vida”.

Aunque no existe un alimento que cause la dermatitis, la especialista aclaró que los estilos de vida poco saludables pueden influir en la inflamación. “No hay una dieta culpable o un alimento responsable del diagnóstico, pero sí sabemos que los estilos de vida con alto consumo de ultraprocesados, grasas y azúcares aumentan la inflamación”, añadió. 

En conjunto, las expertas coinciden en que la dermatitis atópica debe abordarse con una mirada multidisciplinaria que combine el tratamiento dermatológico, la educación en salud mental, la nutrición y el acompañamiento médico constante, con el fin de mejorar la calidad de vida de los pacientes y ofrecerles herramientas prácticas para controlar la enfermedad.

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