Adultar es pesado para el corazón: Transición de la adolescencia a la adultez joven es clave

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A medida que envejecemos, el corazón puede volverse más rígido y menos eficiente para llenarse de sangre, lo que aumenta el riesgo de insuficiencia cardíaca incluso sin enfermedades previas.

La transición entre la adolescencia y la adultez —esos años que van desde los 18 hasta mediados o finales de los veinte— suele estar llena de cambios y decisiones importantes: elegir una carrera, comenzar un trabajo, mudarse, entablar relaciones más estables. Es un momento emocionante, pero también puede ser una etapa crítica para la salud del corazón. A esto lo llamaremos «adultar» de ahora en adelante.

Un nuevo comunicado científico de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association, AHA) alerta que muchos jóvenes llegan a la adultez con factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares ya presentes. Esto significa que, incluso sin síntomas visibles, su corazón puede estar acumulando daño silencioso. Y lo más importante: es en esta etapa donde se pueden hacer cambios clave para prevenir problemas más adelante.

¿Qué es la salud cardiovascular y por qué importa ahora?

La salud cardiovascular se refiere al buen funcionamiento del corazón y los vasos sanguíneos. Cuando hablamos de riesgos para el corazón, pensamos en cosas como:

  • Presión arterial alta
  • Colesterol elevado
  • Niveles anormales de azúcar en sangre
  • Sobrepeso u obesidad
  • Falta de ejercicio
  • Tabaquismo o uso de cigarrillos electrónicos
  • Dieta poco saludable

Aunque muchas personas asocian estos problemas con edades más avanzadas, estudios muestran que los primeros signos pueden aparecer ya en la adolescencia tardía. Si no se detectan y controlan a tiempo, aumentan las probabilidades de desarrollar enfermedades cardíacas en la adultez, como infartos, hipertensión o insuficiencia cardíaca. Lo que cambia al dejar la adolescencia (y cómo afecta al corazón)

Durante la infancia y adolescencia, existen «puntos de control» para la salud: vacunas, exámenes médicos escolares, chequeos deportivos. En ellos se suele medir la presión arterial, el peso, los niveles de colesterol o azúcar en sangre. Pero al alcanzar la adultez, estos controles disminuyen o desaparecen, especialmente si no se tiene un médico de cabecera o seguro médico.

La rutina cambia, y con ella, los hábitos saludables

La adultez temprana puede significar menos tiempo para moverse y más para sentarse: horas de estudio, trabajo, o trayectos largos en transporte. Muchos jóvenes que eran activos en equipos deportivos o actividades escolares abandonan el ejercicio al no tener acceso fácil o tiempo para continuar. Además, la falta de conocimientos prácticos —como saber cocinar— lleva a una alimentación basada en comidas rápidas, con alto contenido de sodio y grasas.

Otros factores que se vuelven comunes en esta etapa son:

  • Dormir mal o poco, debido al ritmo de vida acelerado.
  • Uso de tabaco o vapeo: desde 2002 hasta 2018, se duplicó el número de jóvenes entre 18 y 23 años que comienzan a fumar, sobre todo cigarrillos electrónicos.
  • Estrés constante relacionado con estudiar, trabajar y comenzar la vida adulta.
  • Acceso limitado a servicios médicos: millones de jóvenes adultos en EE.UU. no tienen seguro médico, especialmente quienes salen del sistema de cuidados del estado (como los exfoster care), estudian en universidades comunitarias o siguen rutas laborales técnicas sin cobertura médica.

Más allá del cuerpo: el entorno también influye

Factores como el nivel educativo, el barrio donde se vive y la estabilidad económica también impactan la salud cardiovascular. Un vecindario sin áreas verdes, con alta contaminación o sin supermercados accesibles, por ejemplo, limita las posibilidades de cuidar el corazón. Además, jóvenes que viven en soledad, sin redes de apoyo, tienden a adoptar hábitos menos saludables.

Cómo cuidar el corazón desde joven

Aunque los desafíos son muchos, también hay oportunidades importantes para intervenir a tiempo. Aquí te compartimos estrategias clave para pacientes y médicos:

1. Aprovechar cada consulta médica para hablar del corazón

Cuando un joven acude al médico por una gripe o un esguince, también es momento de revisar la presión, el peso y hablar de prevención. Muchas veces se pierde la oportunidad por falta de tiempo, pero incluso una breve charla puede marcar la diferencia.

2. Promover hábitos saludables desde casa y la comunidad

Aprender a cocinar, caminar más, dormir mejor, dejar el cigarro electrónico… Son cambios sencillos, pero requieren apoyo. Las escuelas, universidades, empresas, servicios de salud y familias pueden ser aliados fundamentales.

3. Usar la tecnología para acercarse a los jóvenes

Las redes sociales, las apps de salud, las consultas por telemedicina o los mensajes de texto personalizados pueden ser herramientas efectivas para hablar de salud cardiovascular con esta generación digital.

4. Atención especial a quienes más lo necesitan

Jóvenes sin empleo ni estudios, personas que vivieron violencia, quienes tienen aislamiento social o experiencias adversas en la infancia, merecen una atención diferenciada y cercana. Una política única no sirve para todos; es necesario adaptar las intervenciones.

5. Pensar en el futuro desde hoy

La salud del corazón también influye en otras etapas de la vida, como el embarazo. Problemas cardiovasculares antes del embarazo pueden aumentar el riesgo de complicaciones como preeclampsia, diabetes gestacional o parto prematuro.

Cuidar el corazón no empieza a los 50. Empieza hoy

El paso de la adolescencia a la adultez es más que una transición emocional o profesional: es también un momento clave para construir una base sólida de salud que nos acompañará toda la vida. Médicos, padres, comunidades y jóvenes pueden unirse para cambiar el rumbo de las enfermedades del corazón… desde temprano.

Porque sí, “adultar” es difícil. Pero hacerlo con el corazón fuerte, lo cambia todo.

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