Según el estudio presentado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y publicado en la revista Morbidity and Mortality Weekly Report, el número de niños que no reciben ninguna vacuna sigue aumentando año tras año en Estados Unidos, lo que pone en riesgo el control de enfermedades ya eliminadas como el sarampión, la rubéola o la poliomielitis.
Aunque las tasas de vacunación infantil aún se consideran relativamente altas, incluso una disminución pequeña puede tener consecuencias importantes a nivel poblacional. En este caso, los datos revelan que al menos 250.000 niños nacidos en 2019 no recibieron ninguna vacuna a los 24 meses, lo que representa un aumento del 0,1 % con respecto al año anterior. A simple vista puede parecer poco, pero en términos de salud pública es una señal de alerta.
El sarampión, un enemigo que no desaparece
El sarampión fue declarado eliminado en Estados Unidos en el año 2000, pero su reaparición en brotes localizados demuestra que ese logro es vulnerable si no se mantiene una alta cobertura de vacunación. Esta enfermedad, altamente contagiosa, puede propagarse rápidamente en comunidades con baja inmunización y su impacto no es menor: puede causar complicaciones graves como neumonía, daño cerebral e incluso la muerte.
El informe de los CDC advierte que los brotes recientes han ocurrido principalmente en zonas donde el acceso a las vacunas es limitado o donde los movimientos antivacunas han ganado fuerza. En 2024, por ejemplo, se han reportado decenas de casos en estados como Florida y Ohio, muchos de ellos vinculados a comunidades con baja cobertura de inmunización.
Además, según Nathan Lo, especialista en enfermedades infecciosas y profesor en la Universidad de California en San Francisco, el sarampión representa una amenaza constante porque sigue siendo común en muchas partes del mundo, lo que facilita su reintroducción a través de viajeros.
Consecuencias proyectadas de una baja vacunación
Uno de los problemas señalados por los expertos es el incremento en las exenciones no médicas, es decir, permisos que los padres solicitan para no vacunar a sus hijos por motivos religiosos o filosóficos. En varios estados estas exenciones han crecido de forma preocupante, dificultando aún más los esfuerzos por alcanzar una inmunidad colectiva.
“El problema no es sólo de acceso, también es de confianza”, explicó el Dr. Sean O’Leary, vicepresidente del Comité de Enfermedades Infecciosas de la Academia Americana de Pediatría, en entrevista con CNN Health. “El exceso de información errónea en redes sociales ha erosionado la percepción de seguridad y eficacia de las vacunas, a pesar de que están ampliamente probadas y son fundamentales para proteger a la infancia”.
La vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) ha sido especialmente controvertida desde que se difundieron estudios falsos que la relacionaban erróneamente con el autismo. Esta desinformación ha tenido un impacto directo en las decisiones de muchos padres.
Los modelos predictivos del estudio muestran escenarios alarmantes, ya que se estima que si la vacunación disminuye un 10 % en la actualidad, los casos de sarampión se dispararían a 11,1 millones en los próximos 25 años. Si las tasas se redujeran a la mitad, se esperarían 51,2 millones de casos de sarampión, 9,9 millones de rubéola, 4,3 millones de poliomielitis y 200 casos de difteria, lo que provocaría 10,3 millones de hospitalizaciones y 159.200 muertes.
Además de más de 51.000 niños con complicaciones neurológicas por sarampión, 10.700 casos de defectos congénitos por rubéola y 5.400 personas paralizadas por polio.
Frente a este panorama, los expertos insisten en que reforzar la confianza en las vacunas no puede esperar. Las enfermedades prevenibles no son cosa del pasado, y su reaparición no solo representa un retroceso en salud pública, sino un riesgo real para las poblaciones más vulnerables.
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