El aumento de las temperaturas debido al cambio climático no sólo amenaza la salud física de las personas, también podría desencadenar una crisis de salud mental si no se toman medidas a tiempo. En Australia, el calor extremo ya se considera el riesgo climático más peligroso, y sus consecuencias van más allá de los golpes de calor o la deshidratación.
Un nuevo estudio revela que las altas temperaturas están afectando cada vez más las condiciones de vida y trabajo en el país, lo que podría incrementar significativamente la carga de los trastornos mentales y del comportamiento (TMC) en las próximas décadas. Entre estos trastornos se incluyen problemas como la ansiedad, depresión, esquizofrenia, el trastorno bipolar y las adicciones.
Según las proyecciones, incluso si el calentamiento global se mantiene por debajo de los 3 °C para el año 2100, los desastres naturales relacionados con el clima podrían aumentar la carga de estos trastornos en un 11 % para 2030 y hasta un 27,5 % para 2050. En el peor de los escenarios, con un calentamiento sin control, esta cifra podría rozar el 49 % para mediados del siglo.
“El impacto del cambio climático sobre la salud mental es cada vez más evidente, demostrando desde un malestar emocional leve hasta enfermedades psiquiátricas graves como la esquizofrenia. El calor está dificultando la vida de millones de personas”, explica Peng Bi, investigador de salud ambiental de la Universidad de Adelaida y autor principal del estudio.
La investigación analizó datos de salud de todos los estados y territorios australianos entre 2003 y 2018. Los resultados mostraron que durante los episodios de calor extremo, las hospitalizaciones y las visitas a urgencias por razones de salud mental aumentaron significativamente.
Un ejemplo claro fue la ola de calor de 2008 en Adelaida, que duró 15 días y estuvo relacionada con un aumento del 64 % en las hospitalizaciones por salud mental entre niños y un 10 % entre personas mayores de 75 años.
Aunque los científicos aún investigan los mecanismos exactos, se cree que el calor extremo puede alterar los patrones de sueño, aumentar el estrés y afectar la oxigenación del sistema nervioso central, todos factores que inciden directamente en el equilibrio emocional.
Los jóvenes: la primera línea de riesgo
Curiosamente, los jóvenes (que son fisiológicamente más resistentes al calor) podrían estar más expuestos al riesgo, ya que suelen trabajar más tiempo al aire libre y pueden no tomar suficientes precauciones. Además, esta población ya enfrenta tasas crecientes de trastornos mentales a edades cada vez más tempranas.
“Fomentar la resiliencia en los jóvenes es clave”, afirma Jingwen Liu, investigador de salud pública y autor del análisis. “Debemos comprender mejor cómo las altas temperaturas afectan la salud mental y preparar al personal médico y a los responsables de salud pública para proteger a las comunidades más vulnerables.”
En un contexto en el que se espera que el calentamiento global persista, este llamado a la acción es más urgente que nunca.