Cuando los trastornos de salud mental como la depresión o la ansiedad coinciden con el consumo problemático de alcohol o drogas, el desafío para pacientes, familias y profesionales se multiplica. Esta condición, conocida como diagnóstico dual o trastornos concurrentes, representa una intersección crítica en la atención de la salud mental.
“El consumo de sustancias es el doble de común entre personas con ansiedad o depresión que en la población general”, explica el Dr. Akhil Anand, psiquiatra del Cleveland Clinic. Según señala, es habitual que las personas con trastornos mentales intenten calmar sus síntomas recurriendo a sustancias, lo que puede llevar a una adicción.
Al mismo tiempo, algunas drogas pueden detonar o agravar enfermedades mentales, como ocurre con el vínculo entre el consumo crónico de marihuana y la esquizofrenia, o entre la metanfetamina y la psicosis.
Una combinación de factores: genética y entorno
El diagnóstico dual no surge por una sola causa. La vulnerabilidad genética es clave: más de la mitad de las personas con adicciones tienen antecedentes familiares que las predisponen. Pero el entorno también juega un papel fundamental. Eventos traumáticos, estrés crónico o el aislamiento, como el vivido durante la pandemia de COVID-19, pueden desencadenar crisis de salud mental y fomentar la automedicación con sustancias.
“La pandemia fue un factor estresante sin precedentes”, apunta el Dr. Anand. En muchas personas, exacerbó síntomas existentes y aumentó el riesgo de recaídas.
Tratar ambos trastornos, al mismo tiempo
Uno de los grandes obstáculos para enfrentar el diagnóstico dual es que muchas veces no se abordan ambos problemas de forma conjunta. Esto puede comprometer los resultados: si no se trata la adicción, la salud mental no mejora. Y si no se trata la salud mental, la adicción persiste.
“El alcohol, por ejemplo, es un depresor. Puede anular el efecto de los antidepresivos, o incluso agravar la ansiedad”, explica el especialista. Además, el uso de sustancias interfiere con la terapia, distrayendo o distorsionando el proceso de recuperación.
El estigma y la búsqueda de ayuda
A esto se suma el doble estigma que enfrentan quienes viven con un diagnóstico dual: ser etiquetados por tener una enfermedad mental y una adicción puede desalentar la búsqueda de apoyo. Por eso, el papel de las familias es crucial. “Lo más importante que pueden hacer es unirse y brindar apoyo sin juzgar”, dice el Dr. Anand.
En casos de crisis, como amenazas de autolesión, recomienda actuar de inmediato y buscar ayuda profesional o contactar servicios de emergencia.
¿Qué buscar en un centro de tratamiento?
No todos los centros de salud están preparados para abordar trastornos duales. Idealmente, deben ofrecer atención psiquiátrica, terapia para adicciones, apoyo familiar y acompañamiento terapéutico integral. La falta de coordinación entre servicios de salud mental y de adicciones puede comprometer la recuperación a largo plazo.
También existen redes de apoyo comunitarias: Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Al-Anon o NAMI (Alianza Nacional de Enfermedades Mentales) ofrecen espacios de contención y guía tanto para pacientes como para sus familias.
Una recuperación posible
El diagnóstico dual es un reto complejo, pero con el enfoque adecuado, tratamiento simultáneo y una red de apoyo sólida, la recuperación es posible. Como recuerda el Dr. Anand, “la adicción es una enfermedad tratable, no un defecto de carácter”. Y abordarla junto a la salud mental es el primer paso para romper el ciclo y empezar a sanar.