Diagnóstico y Manejo Integral de la Dermatitis Atópica: El Caso de Valeria

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Dra. Manuela Olaya, alergóloga pediatra. Imagen de archivo.

La dermatitis atópica es una condición multifactorial que afecta no solo la piel, sino también puede tener implicaciones emocionales y sociales. Recientemente, la Sociedad Colombiana de Pediatría enfatizó la importancia de concienciar sobre esta condición debido a su impacto en los niños. Victoria Dávila, dermatóloga pediatra, y Manuela Olaya, alergóloga pediatra, compartieron el caso de Valeria para ilustrar la necesidad de un diagnóstico adecuado y un manejo integral para mejorar la calidad de vida de los pacientes, durante el más reciente «webinar» de la Sociedad Colombiana de Pediatría.

La Dra. Olaya relató el caso de la niña Valeria, ya que ilustra la importancia de un diagnóstico adecuado y un manejo integral para mejorar la calidad de vida de estos pacientes. Recalcando en primer lugar que el diagnóstico de la dermatitis atópica es clínico y no requiere exámenes adicionales, la especialista relató que “durante la evaluación de Valeria, se identificaron varios factores desencadenantes y comorbilidades: dermatitis atópica severa, sensibilización a frutos secos, sospecha de alergia a huevos sin evidencia de sensibilización y trastorno de ansiedad con actitud desafiante y desescolarización”.

“Cuando vi a esta niña, me sentí triste y angustiada. Sentía que algo estaba mal en el sistema de salud, que nosotros estábamos en un mal momento y que había algo pasando en esta familia que requería nuestra intervención”, confesó.

“La historia de Valeria comenzó a los 18 meses con un eczema que su madre describía como brotes que se tornaban más rojos y con más laceraciones cuando se rascaba mucho. En esa época vivían en Sao Paulo, Brasil, y habían comprado un colchón de paja, explicando que esto podía estar exacerbando los brotes. Cerca de los dos años, los brotes se intensificaron, especialmente con el consumo de huevo, aunque múltiples estudios realizados mostraban resultados negativos”, detalló.

Relató que entre 2018 y 2019, la situación de Valeria en Cali se complicó con múltiples brotes de dermatitis y picazón, consultando tanto a dermatólogos como a alergólogos. Tras varios estudios de alergia, se identificaron sensibilizaciones a frutos secos, ácaros, perros y gatos. Se inició una dieta de evitación de huevo sin confirmación de sensibilización, y se trató con cremas y terapia inmunológica para ácaros, logrando solo una leve mejoría intermitente.

Añadió que en 2020, la pandemia empeoró su condición, afectando su rutina de tratamiento y exacerbando los brotes. La falta de respuesta a las cremas, la ansiedad y su actitud desafiante contribuyeron a tensiones familiares. A pesar de utilizar múltiples esteroides tópicos y antihistamínicos desde los 18 meses, con inmunoterapia intermitente en exacerbaciones, la situación no mejoraba significativamente.

Para 2021, Valeria llegó a consulta con antecedentes de lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, nacimiento por cesárea y un hermano con historia de dermatitis atópica leve en la infancia; por lo demás, era una niña sana. El examen físico reveló una dermatitis atópica severa que requería un enfoque integral para descartar otras posibles causas.

Durante la evaluación de Valeria, se realizó un examen físico detallado y se recogió una historia clínica completa centrada en los aspectos dermatológicos. Se consideraron métodos de evaluación como SCORAT (Escore de Extensión y Gravedad del Eczema), POEM (Índice de la Dermatitis Atópica del Paciente), EACI (Índice de Calificación de la Eczema Atópico) y HIGA (Índice Global de Atopia) para medir el impacto y la severidad de la dermatitis atópica.

Además, se realizaron pruebas inmunológicas detalladas que revelaron múltiples sensibilizaciones alérgicas, incluyendo alimentos y neumoalérgenos.

“¿Qué hicimos por Valeria? Pues comenzamos con las pijamas húmedas. La madre fue muy diligente en hacerlas, y organizamos sesiones para enseñarle cómo hacerlas correctamente aquí en la clínica. Empezamos a buscar el emoliente que más le gustaba y trabajamos en acuerdos para mejorar su higiene personal, ya que cuando Valeria llegó a mi consulta, solo se bañaba obligatoriamente una vez al mes. Imaginen el olor cuando hay heridas y costras en la piel de un niño de entre 6 y 7 años”, reveló.

Sostuvo que se llevó a cabo un proceso educativo sobre el uso controlado de los esteroides, comenzando ciclos con prednisona a 3 mg/kg/día. Sin embargo, Valeria abandonó el tratamiento al no ver mejoras inmediatas, esperando resultados rápidos en la primera semana.

“En una junta multidisciplinaria, se decidió iniciar tratamiento con Dupilumab, comenzando con una dosis de carga de 600 mg seguida de 300 mg mensuales por vía subcutánea. Después de recibir 20 inyecciones de Dupilumab, Valeria muestra una notable mejoría, sin lesiones visibles, participando activamente en actividades como natación y patinaje, asistiendo regularmente a la escuela y disfrutando de una vida activa y plena”, celebró.

El caso de Valeria demuestra que un enfoque multidisciplinario y personalizado puede transformar la vida de los pacientes con dermatitis atópica. Escuchar a los pacientes y sus familias, educarlos y comprometerlos con el tratamiento son aspectos esenciales para lograr una mejor adherencia y resultados positivos, enfatizó.

«Creo que el hecho de creer en las madres y ganarnos su confianza también mejora este componente emocional», reiteró.

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